Creo que me sucede como al protagonista de aquel genial relato de Maupassant. En efecto, creo que algo controla mi mente. ¿Cómo sino podría explicar que lo que me propongo hacer nunca coincida con lo que realmente hago? El viernes cuando salía del trabajo no tenía en mente otra cosa que quedarme dormido delante del televisor viendo alguna película antigua, ambición humilde de fatigado currante que por fin alcanza el oasis del fin de semana… ¡Pues no!: mediante extraños procesos mentales comencé a convencerme de que aquello que anhelaba era algo tedioso y lo mejor era salir a cenar. ¿Creerán ustedes que tan cansado como estaba y con menos ganas de comer que Santa Teresa de amores, salí al fin a cenar y di plantón a Sean Thornton, Mary Kate Danaher, Michaleen Oge Flynn y los demás?.
Al día siguiente por la tarde me ocurrió algo parecido…: todo lo que quería hacer era quedarme tirado en el sofá leyendo un libro ( actividad que me entusiasma y para la que apenas logro sacar tiempo) al que estoy bastante enganchado. ¡Ca, pues nones!: llegué a persuadirme de que tan sugerente idea era aburridísima. ¡Hala, fuera Galdós, y al centro comercial a ver escaparates toda la tarde…!: en eso sí que no hay ni mota de aburrimiento.
Más tarde, el mismo sábado por la noche, tenía pensado jugar a unos juegos que a uno le divierten mucho… Pero, ¡ay, infelice!, fue sólo pensarlo, porque de repente me vi jugando a otros que, bueno, están entretenidos, pero no eran lo que yo deseaba…
Ah, pero no puedo quejarme, a pesar de todo lo anterior no puedo quejarme; ahora mismo pude hacer sin misteriosas interferencias externas lo que quería: estoy delante de mi ordenador, anotando esto en mi diario digital, y luego, ¡ah, sí!, ¡bendita tarde del domingo!: luego podré poner mi mente en blanco y relajarme con un videojuego, de esos de crear civilizaciones y ejércitos que tanto me gustan… ¡Oh, pero…! ¡No, otra vez, no, piedad por favor! ¡Algo me hace pensar que lo mejor será apagar el ordenador, sí, y salir a dar un paseo… El ordenador, al fin y al cabo, es un muermazo, y ya me paso con él cuarenta y pico horas a la semana en la oficina… Saldré entonces a dar ese paseo, y a tomar algo después... ¡Santo Dios!: acaba de surgir en mi mente la idea de que también vendrán al paseo mi encantador cuñado y su nunca bien ponderada esposa.
"¡Stupendo!", que diría Forges.
******nota: imagen, portada de una edición gabacha de El Horla, de Guy de Maupassant
2 comentarios:
No conozco el cuento de Maupassant (gracias por el enlace, cuando tenga un rato me lo leo), pero creo al protagonista de esta historia lo que le pasa es que es un buenazo que no quiere malpensar ni maldecir a los que no le dejan hacer lo que más le apetece.
Si es que no se puede ser tan bueno, que luego uno acaba confundido :P
Un beso norteño :-)
Acias por leer esa tonterida :P
me inspiré al cribirla de aquella peli de Garci, Las Verdes Praderas , donde al prota, Alfredo Landa, le ocurría algo parecido.
Besazo y acias.
pd.- no tienes por qué leer el cuento... era sólo una referencia para construir la tonterida :)
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