-Si no es para tanto, hombre...: es algo natural.
-Ya...: ahí te quisiera ver yo...
-Si es algo por lo que todos tienen que pasar tarde o temprano...
-*suspiro*
-No hay que temer a la muerte, hombre, ¡mírame a mí!
-*escalofrío* Claro, ¡tú no te puedes temer a ti misma!
-Jeje, ahí me has dao... Venga, te toca.
-¡Ajajá! ¡Cuarennnta!
-Cachis... no sé cómo me he dejado convencer para jugar al tute en vez de al ajedrez, que es lo mío.
-¡Se siente!. Yo del hajedrez no sé ni si tan siquiera si se escribe con hache o sin hache; en cambio en el tute y la brisca tengo varios trofeos en el barrio: soy imbatible.
-Grrrr, para otro año te espero, Baldomero.
-No soy Baldomero... Soy Julián Endriago; Baldomero, Baldomero Ruipérez, es el del tercero C.
-¡Cachis, yo perdiendo el tiempo con uno que no está en mi lista de hoy! ¿Y sabes si ése sí juega al ajedrez?
-¡Buff!, es que en este barrio de hajedrez andamos mal todos... con ese prueba con la escoba o las siete y media.
-¡Grrrr!Venga, hasta otra. Gracias por las galletitas.
-De nada mujer. Hasta nunca.
-(que te crees tú eso).
*****
nota: esta historia, que puede parecer imposible (y espero que tronchante), tiene un asomo de verdad: un antepasado mío- esto no es broma- no sé si el abuelo de mi abuela o algo así, se murió en el bar mientras jugaba al tute, justo en el instante en que cantaba las cuarenta. Qué tragicómico, ¿verdad? Lo que os digo, repito, no es broma: es tan cierto como que no me llamo Imbelecio. Un saludo.
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