domingo, junio 03, 2012

La Galleta Enamorada


Una vez horneé una galleta muy especial: era capaz de hacer otras galletas y de repararse a sí misma con pasta de galleta. Fue ella quien, una vez a la semana y durante un buen tiempo, hizo mis galletas sin preguntarse qué fin tenían sus semejantes inanimadas.

Una semana, sin embargo, me ofrendó sólo la mitad de una hornada. Y a la siguiente, nada.

-¿Qué ha ocurrido – recuerdo que le pregunté-, para que no me hayas ofrecido, como siempre, una hornada de galletas?, ¿acaso no cuentas con harina, huevos, mantequilla y azúcar?
-No es eso, ¡Oh, Señor! – respondió, visiblemente triste, mi galleta- sino que mi melancolía es tal que no he podido hacer mi tarea.
-Pues, ¿qué te ocurre, pequeña? – proseguí inquiriendo, enternecido.
-Durante un tiempo serviros, ¡Oh, Señor!, ha sido la única razón de mi existencia; mas desde hace algunos meses he dado en cavilar y cavilar… Los días se suceden y yo…  ¡siéntome tan sola!, ¿no podríais, Hacedor todopoderoso, procurarme un compañero que trajera alivio a mi congoja y me ayudase a soportar la pesada carga de la existencia?

Mucho me impresionó el problema de mi pobre galleta (quizá porque el motivo de su melancolía no me parecía en nada lejano); tanto, que no pude menos que hacer lo que me pedía. 

“Le haré un bizcocho que sea su compañero”, me dije, “así la galleta estará feliz de nuevo, yo obtendré sin esfuerzo mi ración semanal de galletas para mi Nesquick diario. Y, ¿quién sabe?, quizá juntos los tortolitos me hagan también alguna magdalena”.

Os juro que lo intenté. Cociné más de cien bizcochos en poco tiempo, y otras tantas tandas de galletas (así de gordo me puse, dicho sea de paso)… pero ¡nada!: galletas normales y corrientes. Ni se movían, ni hablaban; ni, por supuesto, se autorreparaban ni hacían otras galletas. Recuerdo haber hecho memoria para usar exactamente los mismos ingredientes que en la galleta original: “Harina del Día, mantequilla de la Central, los Huevos eran del Mercadona, etc. “, pero todo fue inútil: los bizcochos y galletas resultantes en nada se diferenciaban de cualquier bizcocho o galleta comunes.
Recuerdo decirle esto mismo a mi galleta, quien por aquel entonces estaba bastante desconsolada, y había dejado de aplicarse pasta de galleta con la que se rejuveneciera en otra época, mostrándoseme con un aspecto seco, ajado,  y revenido en general. Vino a verme justamente cuando estaba desayunando mi Nesquick caliente acompañándolo de uno de esos bizcochos que resultaron fallidos por no haber cobrado vida.

-¿Nada puedes? – dijo, con una expresión galletil de desesperación que supongo que nunca olvidaré- ¿Nada puedes, tú, El Gran Horneador? ¡Pero eso no puede ser porque  mi compañero existe, pues he soñado cientos, miles de veces con él! Es parecido a mí, pero está adornado con almendra y pasas, huele siempre a recién hecho y es el ser más tierno que imaginarse pueda; y su ternura proviene de su imperecedera frescura pues tiene poquísimas grasas saturadas.  Si tan claro lo he visto como me parece estar viéndolo ahora, ¿cómo me dices que esta imagen no existe, que no tiene realidad? ¿Es ello posible?
-Tal vez – dije, algo conturbado, tras carraspear un par de veces -  viste alguna de esas características tan notables en algún bizcocho vulgar, y las fuiste agregando a tu imaginación, haciendo crecer la bola de nieve de ese ideal que ahora atora tu cabecita (o lo que sea) y  te causa tanta congoja.

Y aquí, amigos, tuvo lugar una escena tal que apenas puedo describírosla, pues fue violenta y terrible. La galleta enamorada siguió el camino que había seguido el Joven (caramelo) Werther`s, y puso fin a sus cuitas.  En un momento de distracción mía se arrojó cual galleta Marbú a la humeante taza de Nesquick que ante mí había y en la que yo me estaba desayunando; y aunque presto traté de rescatarla con la cuchara en un rápido movimiento, todo fue inútil porque el cacao estaba muy caliente y  para entonces ya la había reblandecido, y la misteriosa vida de aquel ser único había huído de los entresijos de su cuerpo de miga.

Ahora ya sabéis por qué desde entonces desayuno un poco de descafeinado con leche. Sin  nada de bollería, ni galletas.