martes, junio 19, 2018

EL AMOR NO TIENE EDAD


Un relato de la revista Ponto.


Hace años que leo los relatos que aparecen en esta sección de congelados de su revista. ¿quièn iba a dicirme a mí que con el paso del tiempo y las metamorfosis de la vida, yo acabaría escribiendo a su revistas para contar también mi vida, y que ésta pudiera servir de ejemplo e instrucción para sus lectoras?
En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje. Era la menor de tres hermanas, y recuerdo la infancia como una etapa de mi vida llena de ternúrida y regocijo.
Más tarde mis hermanas se fueron causando (encontrando un motivo para su existencia), y yo , que no pude ir a la universidad porque nuestros padres eran muy pobres y mis hermanastras me tenían siempre fregando, empecé a trabajar en una empresa de telefonía, de atención y televenta. Nuestro jefe nos pagaba muy poco y teníamos que fingir que teníamos acento mejicano, porque así podía él mantener la contrata y competir con los call-center de Veracruz y el D.F. .
largas jornadas de trabajo, soportando a muchos clientes maleducados, me dejaron una huella sonora en mi acento y me agriaron el humor.
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Una tarde, tomando un café con una amiga del barrio me dijo:
-Maite, hija, parece que tengas 25 años y sólo tienes 24.
y era verdad. me miré en el espejo de mano y tenía orejas amoratadas y ojeras soplilleras. así de agriada estaba yo y de cansada de todo.
Hasta que conocí a Eduardo.
fue un encuentro como de cine. a las que digan que el amor no existe porque es todo machismo , les diría yo que es que no se fijan en las cosas. El marqués de Sade escribió sus románticas amorosas, y eso hace más de quinientos años. ¿no había amor entonces ya? .
¡Fue todo tan romántico!. Eduardo llegó, fumando su cigarrillo electrónico. Emití mis feromonas para que se acercara o acercase. Él las captó con un órgano poco estudiado que hay a un lado de la pituitaria antenasal, y en su receptor enlazó perfectamente el grupo carboxilo ión nitrogenado de mi hormona, esto le hizo liberar agentes dopaminérgicos en sus sinapsis, y quedarse prendado de mi persona.
recuerdo que Eduardo estaba tan nervioso cuando se acercó a mí , que encendió su cigarrillo electrónico como si fuera tabaco normal, y sorbió sus chips , relés y leds de dos caladas. nos reímos mucho con el error. eso ayudó a romper el hielo.
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Nos casamos por el juzgado en la Iglesia del Buen Suceso No Condicionado , de Sevilla (Eduardo era sevillano). Y aquí debo decir que esta tierra andaluza me acogió como si yo no fuese mexicana ni extranjera , pues así me estaban llamando muchos ya en León por mi acento, acento que se me quedó de los muchos años de trabajo en el call-center, y que no conseguí que reconociera un tribunal médico como incapacitante.
Me fui a sevilla con él, donde él dirigía una exitosa franquicia de gastrobares, fenómeno que hace unos años tuvo gran éxito, y que consistían en que los pinchos eran pequeños bocaditos muy elaborados que uno se los tragaba enteros, sin masticar , y era en el estómago donde se activaban los centros de placer y el sabor acababa emergiendo a la boca.
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pero el éxito le duró poco, porque dos clientes (uno de ellos un importante abogado) murieron atragantados en poco tiempo, sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. Ni siquiera el señor Enrique Heimlich, que se encontraba en uno de los bares en ese momento...
Eduardo se metió en largos litigios que le arruinaron. y mi nueva vida social de lujos y bandejas de ferrero rocher en disposición piramidal a lo Isabel Preysler se terminó para siempre. tuve que volver al chopped, la mortadela, los morenitos Martínez y el bonito de marca blanca.
Esto llevábamos ya 15 años de feliz matrimonio, y a Eduardo le vino la depresión de los 60. yo aún mantenía mis 35 bastante bien, pues la felicidad había actuado como coadyuvante de mis caros tratamientos de belleza. pero todo eso había terminado.
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Entonces, Eduardo pidió un préstamo a unos narcotraficantes y decidió abrir un pequeño bar, pero nada de innovaciones culinarias ahora. un bar normal y corriente. con su máquina de tabaco con mando a distancia y la televisión a la que se cambia de canal con el palo de la escoba.
la depresión había hundido a Eduardo, y cambiado su humor. Siempre había sido alegre y hecho chistes de los Morancos (el propio Bigote Arrocet le llamaba para que le asesorase en sus gracioso monólogos. así de gracioso era mi marido). ya no sonreía. ya no teníamos sexo. ni los sábados ni ningún día.
un día me planté y le dije: "Eduardo, ya no hay amor ni caricias en esta casa. no funciona lo nuestro". recuerdo que él me dijo: "mujer, sal de ese tiesto, quita toda esa tierra de tus pies. es una mala racha, verás como todo cambia"
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Por aquel entonces , el Bar de Eduardo se había hecho con una clientela habitual, la del barrio, que le permitía mantenerse y hasta permitirse pequeños lujos, como renovar cada día los panes de los pinchos que no se habían consumido el día anterior, manteniendo el relleno.
Entonces me fijé en Antonio. Antonio era el proveedor del serrín aromatizado que se usaba en el bar para esparcirlo por el suelo. ver aquel cuerpo fornido, aquel pecho hercúleo cargando los sacos de serrín me hacía despertar como mujer... (y me daba ganas de tomarme una cocacola light también).
Pero nuestro romance fue platónico nada más. así que no quebranté los votos matrimoniales de obra...
Antonio me dio un hijo . pero como nuestro romance era platónico , fue un hijo imaginario. Mi pequeño Christian, la luz de mi vida. sé que mi hijo no existía en la realidad, sólo en mi mente. pero no me importaba. y como su existencia era tan real para mí, le podía mandar que interactuara con pequeñas cosas del mundo real , y las moviera o moviese.
<< LOS BIOMARCADORES SON FUNDAMENTALES A LA HORA DE BUSCAR VIDA EN LOS EXOPLANETAS, PERO TAMBIÉN SE PUEDE ATENDER, SIN APENAS COSTE, A HUELLAS QUE PODRÍA DEJAR UNA CIVILIZACIÓN INTELIGENTE>>
El carácter de mi marido era cada vez más agrio conmigo. Y no sólo conmigo. el bar perdió clientes. los empleados no duraban nada. ya era la tercera camarera que despedía en lo que iba de mes. Me dijo:
-Ea, maite. te quedas tú de camarera. te pagaré la mitad que a otras, y trabajarás el doble. es la única manera de tirar por el bar. lo tomas o lo dejas. si no ya sabes dónde está la puerta y aquí se acaba nuestra relación. klaatu barada nikto.
Me dio ese ultimátum a la tierra. y no tuve más remedio que aceptar si quería esforzarme en mantener lo que había construído a lo largo de una vida de entrega y dedicación. además mi pequeño Christian podía estar conmigo en el bar sin que nadie lo supiera (no lo pude escolarizar, me lo rechazaron de los principales colegios, así que yo le enseñaba las cosas de la vida. tampoco lo pude vacunar , pero no importaba porque los virus y bacterias poco podían con él al ser entidades demasiado reales).
<<'¿DE QUÉ TE SIRVEN TANTAS JOYAS? CUANDO TE REENCARNES EN UNA MORENA O UN BUEY DE MAR NO PODRÁS LLEVARLAS CONTIGO' , ME DIJO EL VENERABLE CURA CATÓLICO DE MI PUEBLO. NO LE FALTABA RAZÓN. >>
Entonces al empezar a servir cafeles y sángüiches vegetales en jornadas de 7 AM a 23 PM , noté un cambio de mi marido hacia mí. empezaba a darme palmadas en mis engrandecidas posaderas y a decirme pirópidos que me hacían rejuvenecer y latir mi corazón con fuerza.
y supe por una parroquiana entonces lo que todos ya sabían: Eduardo me engañaba con las empleadas. por eso duraban tan poco: las acosaba no sólo laboralmente.
se me vino el mundo encima: había dedicado mi vida a un amor y este me había traicionado. no podía perdónarselo. no. no debía.
con gran trabajo, enseñé a mi hijo imaginario a aplastar pequeñas frutas suaves, como mandarinas. mi plan era que Christian aplastase el corazón a Eduardo, y todo pareciese un episodio cardíaco...
Pero tampoco pude hacer eso. no me lo perdonaría. mi hijo nonato (se llama Christian Nonato) no me lo perdonaría, y sobre todo, las lectoras de au revista tampoco me lo perdonarían...
Fui a la iglesia civil y laica en la que nos habíamos casado. Le pregunté al retablo qué debía hacer. estuve horas allí, meditando qué hacer con mi complicada vida. ¿adónde se había ido mi juventud? ¿por qué no podía ser feliz? ¿es apropiado no dar regalo si el que te invita a la boda no es allegado a ti, y de todas formas no piensas ir ? y de cuestión en cuestión fui enredándome y dudando cada vez más y más...
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por eso vine a casa, me puse delante del móvil y decidí contar la historia de mi vida y enviarla, aún palpitante, a su revista (¡¡pues es mentira que estas historias las inventemos las redactoras de la revista, como dicen muchos!!). Para ver si lo veía, al escribirlo, mi destino un poco más claro.
pero también vi que era injusto enviarle la historia de mi vida sin darle un final, así que tras acabar de escribirla dejé transcurrir unos días antes de escribir el último párrafo.
y este es el último. decidí perdonar y seguir con mi marido, y llevar el bar juntos. al fin y al calvo ahora era yo su empleada y sólo podía engañar a su mujer conmigo. y me estoy acostumbrando a esta doble vida: es frío conmigo como marido, y hasta arisco y gritón, y en cambio es apasionado, cariñoso y romántico cuando soy su empleada (que es la mayor parte del tiempo). creo que podré llevarlo así. toda vez que yo tampoco le fui fiel al engañarle con Antonio, aunque fuese sólo platónicamente...
Pd.- he enviado a mi hijo Christian a que mire la reacción de cada una de sus lectoras (él puede desdoblarse y hacerlo así), y en el momento de que terminan de leer esta historia de mi vida, lo tienen cada una de ustedes justo al lado de su hombro, su cabecita junto a la suya , observándolas a cada una de ustedes, para venir y contármelo luego. Así que cuidado.
.<< AL FINAL FUI FELIZ, PERO A UN ALTO COSTE: EL DE HABERME PROSTITUIDO ANTE EL LIBIDINOSO REY DE FRANCIA. CON TODO, ¿QUIÉN SE ATREVE A JUZGARME SIN CONOCER ANTES LOS PELIGROSOS CAMINOS DE SU PROPIO CORAZÓN? >>

lunes, junio 11, 2018

RISARRABIA

RISARRABIA.

Mi mamá no me cree. No. Ni aunque se lo ponga por escrito y se lo cuente en el papel despacito y con calma. Suele ocurrir que se lo doy a leer, me sonríe, y luego dice: "¡ay, qué imaginación, cuánta fantasía hay en esa cabecita!". Y a mí me da entre risa y rabia. 'Risarrabia'. Rabia porque no me cree y se toma a broma algo que yo digo muy pero que muy en serio. Risa porque supongo que soy un poco bromista y no puedo evitar reírme de la situación de que no me crea.
Anteayer estábamos Julito -mi hermano- y yo haciendo el tonto con una pelota en la pausa de los dibujos. Mamá vino y dejó sobre la mesa del salón una bandeja con emparedados de nocilla y dos vasos de leche.
-mamá, ¿les has quitado los bordes? -dije, en una especie de pregunta que ya me contestaba yo mismo al hacerla al ver que no los había recortado.
-mamá, ¿le isado bod-deeeee ? - Julito me apoyaba, como me apoya en todo.
Mamá , que ya había vuelto a la cocina, dijo desde allí: "¿qué bordes ni qué bordas? ¡a merendar y a callar! Y no arméis jaleo, que me está empezando a doler la cabeza".
Asunto zanjado pues. El de los bordes, digo.
En la tele la pausa terminaba. Volvían Phineas y Ferb a lo suyo. Julito, no sé si porque es pequeño o porque es un poco pícaro o por una mezcla de las dos cosas, olvidó nuestra norma de que al terminarse los anuncios se acaban los juegos de pasarnos la pelota. Y me la lanzó fuerte mientras estaba subido en el sofá. Yo estaba medio de espaldas a él y no me la esperaba, así que no pude evitar el desastre: la pelota dio en una esquina de la bandeja, y los vasos de leche cayeron los dos al suelo con estrépito y manchando todo el suelo de blanco.
¡plonc, cataploc! . así sonaron. Y más fuerte. Y no se quejen si el ruido , aunque aproximado, no fue exactamente así, que Julito sólo sabe hacer el ruido de 'pum', y de 'pumba'.
¡¡Un estropicio!! Phineas y Ferb habían inventado una montaña rusa en el jardín de casa. Mamá - que le dolía la cabeza- nos castigaría sin tele y nos quedaríamos sin ver el final del episodio. Julito empezaba a llorar (seguro que más por quedarse sin la rica merienda que por el susto del ruido ni el sentimiento de culpa...)
-¿Qué ha sido eeee?
Había empezado a decir mamá.
"Eso" supongo que iba a decir. Pero ya nunca lo sabré de fijo. Porque lo hice otra vez. Sí, lo que nunca me cree mi madre , por bien que se lo explique con palabras. Ni aunque se lo cuente en un papel pensando mucho antes de escribir cada palabra y cada frase, los puntos y las comas.
Y volvió todo a como estaba antes. Antes del pelotazo. Me sentí mareado. Y cansado, como siempre me siento entonces. Es como subir a casa la semana que se estropeó el ascensor... No, no es como eso... Es como jugar al fútbol durante una hora... Pero sin sudar. No. Es un poco más que eso . Te cansas , te agotas, hasta te mareas un poco y te cuesta sonreír luego durante un rato, y hasta atender a algunas cosas. Es un cansancio mental y no del cuerpo.
El caso es que mamá vino otra vez... O sea, no otra vez, entiéndanme: vino LA VEZ PRIMERA, dejó la bandeja en la mesa del salón, y se fue a la cocina.
Esta vez no dije nada de los bordes. Y cuando vi que terminaba la pausa, me volví a Julito. Le pillé con una sonrisa pícara, la mano estirada hacia atrás, a punto de lanzarme la pelota como había hecho antes... .
-¡Julio! - así le llamo para regañarle, para cosas serias, sin el "-ito" - sabes que nada de pelotas cuando vuelven los bibus!!
Por toda respuesta, Julito soltó una risa nerviosa y divertida, dejó caer la pelota en el sofá con suavidad, se bajó del mismo como mejor pudo y "atacó" la bandeja de pan bimbo con nocilla mordiendo con gana un emparedado -y al hacer esto se le quedaron dos graciosas rayitas rectas de nocilla que iban de la boca a las mejillas- , para a continuación beber ruidosamente de su vaso de leche.
Cuando terminaron los dibujos, y Phineas y Ferb habían dejado todo como estaba antes de su megainvento , sin que sus padres se enterasen (y eso a pesar de la chivata de su hermana), y yo ya me encontraba un poco menos cansado, me fui hacia mi madre y traté de explicarle lo que había pasado. El desastre de la merienda tras el pelotazo involuntario. Y le expliqué mi habilidad de poder volver unos segundos- poquitos- atrás las cosas que estén cerca -a unos metros- de mí .
Mi madre se había echado porque tenía una de sus migrañas. Me dijo, en la penumbra del cuarto con la voz adormecida por el dolor y el calmante que se había tomado: "hay que ver, hijo, qué imaginación. Cuando seas mayor vas a ser escritor o algo así. Y ahora vete a hacer los deberes y cuida de tu hermano un rato, que tengo que estar echada media hora hasta que se me pasa 'lo gordo' del dolor "
Y me ocurrió lo de siempre cuando le cuento esto a mi madre, que me dio rabia porque no me creyese. Y un poco de risa también. ¡Risarrabia!.