lunes, junio 11, 2018

RISARRABIA

RISARRABIA.

Mi mamá no me cree. No. Ni aunque se lo ponga por escrito y se lo cuente en el papel despacito y con calma. Suele ocurrir que se lo doy a leer, me sonríe, y luego dice: "¡ay, qué imaginación, cuánta fantasía hay en esa cabecita!". Y a mí me da entre risa y rabia. 'Risarrabia'. Rabia porque no me cree y se toma a broma algo que yo digo muy pero que muy en serio. Risa porque supongo que soy un poco bromista y no puedo evitar reírme de la situación de que no me crea.
Anteayer estábamos Julito -mi hermano- y yo haciendo el tonto con una pelota en la pausa de los dibujos. Mamá vino y dejó sobre la mesa del salón una bandeja con emparedados de nocilla y dos vasos de leche.
-mamá, ¿les has quitado los bordes? -dije, en una especie de pregunta que ya me contestaba yo mismo al hacerla al ver que no los había recortado.
-mamá, ¿le isado bod-deeeee ? - Julito me apoyaba, como me apoya en todo.
Mamá , que ya había vuelto a la cocina, dijo desde allí: "¿qué bordes ni qué bordas? ¡a merendar y a callar! Y no arméis jaleo, que me está empezando a doler la cabeza".
Asunto zanjado pues. El de los bordes, digo.
En la tele la pausa terminaba. Volvían Phineas y Ferb a lo suyo. Julito, no sé si porque es pequeño o porque es un poco pícaro o por una mezcla de las dos cosas, olvidó nuestra norma de que al terminarse los anuncios se acaban los juegos de pasarnos la pelota. Y me la lanzó fuerte mientras estaba subido en el sofá. Yo estaba medio de espaldas a él y no me la esperaba, así que no pude evitar el desastre: la pelota dio en una esquina de la bandeja, y los vasos de leche cayeron los dos al suelo con estrépito y manchando todo el suelo de blanco.
¡plonc, cataploc! . así sonaron. Y más fuerte. Y no se quejen si el ruido , aunque aproximado, no fue exactamente así, que Julito sólo sabe hacer el ruido de 'pum', y de 'pumba'.
¡¡Un estropicio!! Phineas y Ferb habían inventado una montaña rusa en el jardín de casa. Mamá - que le dolía la cabeza- nos castigaría sin tele y nos quedaríamos sin ver el final del episodio. Julito empezaba a llorar (seguro que más por quedarse sin la rica merienda que por el susto del ruido ni el sentimiento de culpa...)
-¿Qué ha sido eeee?
Había empezado a decir mamá.
"Eso" supongo que iba a decir. Pero ya nunca lo sabré de fijo. Porque lo hice otra vez. Sí, lo que nunca me cree mi madre , por bien que se lo explique con palabras. Ni aunque se lo cuente en un papel pensando mucho antes de escribir cada palabra y cada frase, los puntos y las comas.
Y volvió todo a como estaba antes. Antes del pelotazo. Me sentí mareado. Y cansado, como siempre me siento entonces. Es como subir a casa la semana que se estropeó el ascensor... No, no es como eso... Es como jugar al fútbol durante una hora... Pero sin sudar. No. Es un poco más que eso . Te cansas , te agotas, hasta te mareas un poco y te cuesta sonreír luego durante un rato, y hasta atender a algunas cosas. Es un cansancio mental y no del cuerpo.
El caso es que mamá vino otra vez... O sea, no otra vez, entiéndanme: vino LA VEZ PRIMERA, dejó la bandeja en la mesa del salón, y se fue a la cocina.
Esta vez no dije nada de los bordes. Y cuando vi que terminaba la pausa, me volví a Julito. Le pillé con una sonrisa pícara, la mano estirada hacia atrás, a punto de lanzarme la pelota como había hecho antes... .
-¡Julio! - así le llamo para regañarle, para cosas serias, sin el "-ito" - sabes que nada de pelotas cuando vuelven los bibus!!
Por toda respuesta, Julito soltó una risa nerviosa y divertida, dejó caer la pelota en el sofá con suavidad, se bajó del mismo como mejor pudo y "atacó" la bandeja de pan bimbo con nocilla mordiendo con gana un emparedado -y al hacer esto se le quedaron dos graciosas rayitas rectas de nocilla que iban de la boca a las mejillas- , para a continuación beber ruidosamente de su vaso de leche.
Cuando terminaron los dibujos, y Phineas y Ferb habían dejado todo como estaba antes de su megainvento , sin que sus padres se enterasen (y eso a pesar de la chivata de su hermana), y yo ya me encontraba un poco menos cansado, me fui hacia mi madre y traté de explicarle lo que había pasado. El desastre de la merienda tras el pelotazo involuntario. Y le expliqué mi habilidad de poder volver unos segundos- poquitos- atrás las cosas que estén cerca -a unos metros- de mí .
Mi madre se había echado porque tenía una de sus migrañas. Me dijo, en la penumbra del cuarto con la voz adormecida por el dolor y el calmante que se había tomado: "hay que ver, hijo, qué imaginación. Cuando seas mayor vas a ser escritor o algo así. Y ahora vete a hacer los deberes y cuida de tu hermano un rato, que tengo que estar echada media hora hasta que se me pasa 'lo gordo' del dolor "
Y me ocurrió lo de siempre cuando le cuento esto a mi madre, que me dio rabia porque no me creyese. Y un poco de risa también. ¡Risarrabia!.

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