jueves, mayo 10, 2007

El reincidente

Descarga de audio - el_reincidente.mp3

Tenía dieciocho años la primera vez que me suicidé. Fue, claro está a esa edad, por una chica. Andaba bastante trastornado por ella; y ella ni se fijaba en mí, ¡una mirada –una sola, aunque fuese de desdén- me habría salvado! Pero no. Aquella vez, desesperado, me abrí las venas. Menudo susto se llevaron mis padres cuando encontraron mi cadáver lleno - o, por mejor decir, vacío - de sangre. Creo que fue el segundo peor día de sus vidas. Pobres.

La segunda vez fue a los treinta. Me tomé la cicuta de Sócrates en un paquete de ansiolíticos. Conste que tenía yo más entereza que cuando era un azorado adolescente. Así que fue una salida estoica más que una rendición. ¿Por qué el suicidio es un acto generalmente considerado cobarde y oprobioso? Debido a la influencia de cientos de años de moral católica. Pero no se equivoquen: ni es cobarde, ni es infame. Es triste, eso sí, pero que no me venga nadie con gaitas de arbitraria moralidad católica. Lean a Séneca, por ejemplo. ¿Fue en vida cobarde Hemingway o Larra? ¿Lo fue Ramón Sampedro? ¡Claro que no, maldita sea!

La tercera vez fue hace dos semanas (cuarenta y cinco años recién cumplidos). Un disparo en la boca. Me tenía hasta los mismísimos la gente del curro. Era o yo o ellos. Para su alivio -y porque uno es demasiado bueno- elegí que sería yo. Ellos que se busquen su propio infierno, como buscaron el mío. Que les den.

Pero ocurrió lo de las otras veces. Al día siguiente del hecho me despierto apesadumbrado y padeciendo atroces dolores que duran varias horas (por cierto, aquella primera vez, a los dieciocho, di a mis padres un susto de muerte, ya pueden imaginarse). Ni rastro en mi cuerpo del daño que le he infligido en la víspera (si acaso algo de sangre, vómitos, y otros restos orgánicos embarrando el suelo).

Lo paso terriblemente mal durante unas horas, pero luego noto una gran mejoría en mi ánimo; durante una larga temporada mantengo una forma distinta de ver las cosas; más tranquila, menos desesperada…

Mano de santo, oyes.
***
nota: imagen, Leonardo Alenza (1807-1845), Los Románticos o Suicida.

6 comentarios:

Sintagma in Blue dijo...

Pues no sé yo, porque ¿y si lo pruebas y luego no mola?

M. Imbelecio Delatorre dijo...

Sintagma, creo que para los mortales como tú y yo sólo es recomentable como última instancia; la última apelación, a San Pedro.

A los inmortales como el prota de esa soplapollez de entrada le viene en cambio muy bien. (¿es inmortal o está loco? me parece más lógico lo último).

Y es que el suicidio es indoloro , como cantaban en aquella vieja peli del Altman. (ojalá lo fuese...)

Un saludo.

Antígona dijo...

A lo mejor ni era inmortal, ni estaba tampoco loco, sino que era un gato. Que ya se sabe que tienen siete vidas, y por tanto, pueden suicidarse al menos seis sin mayores consecuencias :-)

Pues a mí esa "soplapollez" me ha gustado. Quién tuviera siempre una segunda oportunidad, y una tercera, y una cuarta.

Un beso, imbelecio!

coco dijo...

Pues yo una vez me suicidé sincerándome con un amigo. Supongo que fue un sincericidio. Apúntalo, para la siguiente. De verdad que te quedas que no pasas por las puertas. Aunque el amigo, no.

M. Imbelecio Delatorre dijo...

Hola, Antígona :)

acias por tus cumplidos.


me encantan los gatos! (aunque sólo tengan una vida). tú? te gustan más los gatos o los perros?

besazo, acias.

coco:
cuidado, que el ser humano sólo se puede "sinceridar" 7 veces. en cambio "hipocritar", infinitas.

un saludo y una sonrisa.

Antígona dijo...

Me gustan ambos, perros y gatos, los unos por unas cosas, los otros por otras. Aunque últimamente me decantaría tal vez más por los gatitos... que no hay que sacarlos a pasear (soy un poco vaga). Y por supuesto que tienen 7 vidas! Eso es indudable :-)

Un beso!