domingo, octubre 14, 2007

A UN IDEAL.

"de ilusiones vive el oligofrénico de las gónadas masculinas", dice el castizo y popular dicho. Y seguro que tiene toda la razón del mundo. Pero matar las ilusiones es matar la vida. Además, las ilusiones, al contrario que el fanatismo (sea del tipo que sea) que se sepa nunca han hecho daño a nadie... (a nadie más que a quien se ilusiona para caerse más tarde del castillo en el aire que con humo ha construido, claro). En fin, espero que no os enfaden demasiado estos poemajos.
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Oh, tú, chica misteriosa
de largo y negro cabello:
a ti llega en la amorosa
noche de un ¡ay! un dulce eco;
¿y no imaginas, preciosa,
por qué tan tierno lamento?
Por tu belleza de diosa,
de mi corazón tormento.

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Querría beber un trago,
pero no vino o cerveza:
¡haz un cuenco con tus manos
y llénalo de agua fresca!

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De entre todas las imágenes
una destaca y se eleva,
de entre todos mis errantes
pensamientos,
uno brilla cual estrella,
dos palabras refulgentes
que contienen pura idea,
Mas ella,
¿qué piensa de esta quimera?

¿Qué piensa
quien deja
la estela
de letras
que intentan
poemas?

¿Qué sueña?

3 comentarios:

Manderly dijo...

¿Qué haríamos sin ilusiones? ¿Y sin sueños? No seríamos nada.
Y qué suerte tienen algunos que lo saben expresar con palabras, no solo con esos castillos tan efímeros y cambiantes.

Bonitos versos.

Coco Becerra (Pepe Boada) dijo...

Ilmo. Sr. D. Imbelecio:
Como uno sólo puede hablar de lo propio o de lo de los demás, paso a darle cuenta del sucedido que le aconteció a un tercero.
Este tercero, íntimo desconocido mío, también tuvo un ideal. Era un ideal tan ideal como los que había tenido antes y los que vendrían después; pero ideal al fin y al cabo de guardia.
El día en que acaeció la cita que debía ser definitiva, -esa que esperaba colmase el ideal con un estofado de carne con patatas-, el tercero en cuestión decidió regalarle a su ideal una rosa. No es que fuese muy original el hombre, pero hay que tener en cuenta que ella misma era una copia serigrafiada de alguna otra mujer que debió existir en un pasado remoto, en la época en la que Briggitte Bardot todavía no tenía perros ni ladraba ella misma.
Como la cita le revolucionaba la libido, tercero decidió aliviarse en el baño del bar en el que esperaba a su ideal. Fueron cuatro sacudidas celestiales, entregadas como lo serían las embestidas de un Don Juan rendido a Doña Inés, como la primera cópula divina de Romeo y Julieta. Fue un acto de amor puro. Lo único que tuvo de sucio fue que el agua del baño estaba cortada.
Bien.
En cuanto llegó su ideal, tercero le entregó la rosa de su pasión encendida.
Ideal la tomó con sus dedos como pinzas, por el tallo. La cogió de lejos, como apartándose de la mano que se la ofrecía, mano impregnada de la fragancia del amor verdadero que la evocación de su imagen acababa de arrancarle de los riñones a tercero; aún no hacía cinco minutos.
En ese momento, tercero se dio cuenta de que su ideal no lo quería. No lo quería a él, que olía a vida real, amor verdadero y lefa; sino a sus rosas, que apestaban a flor moribunda, poesía gastada y gasto monetario supérfluo.

Dado que esta es una historia romántica, ni que decir tiene que tercero se masturba todavía hoy con la imagen que guarda de su ideal. Lo hace con regularidad, cada martes a las siete de la tarde, día y hora en el que tuvo lugar el fallido encuentro hace ya veintinueve años, cuarenta y siete días y treinta y cinco minutos.
Ahora mismo o dentro de un minuto, se cumplirá la efemérides de otro encuentro fallido con otro ideal perdido y tercero volverá a comenzar su historia de amor sin fin.
Día día, verso a verso, tercero ama.

PD. Con su permiso, paso a robarme a mí mismo ese texto y colgarlo en mi cobacha, donde no se me ocurría qué poner para entretener a la clientela.
(Consuélese pensando que no es el primero que sufre esta práctica inhumana).

M. Imbelecio Delatorre dijo...

hola!

-manderly: gracias por tus palabras, majísima =)

-coco: qué regalo más bonito :) . he impreso (¿o imprimido?) tu historia y todo. graaaaaaaacias.