sábado, septiembre 15, 2007

Regresando a casa.








Generalmente es la primera juventud la etapa de la vida recordada con más anhelo por todos los que hace tiempo que ya hemos dado la vuelta a ese recodo del camino. No en mi caso. Siempre será la infancia la que me produzca, al recordarla, una especial voluptuosidad del sentimiento, algo así como un agradable cosquilleo en la nuca. Pero, ¡ay!, es precisamente la infancia (“la verdadera patria de la humanidad”, como bien decía Rilke) la época más difícil de recordar…: si ya van quedando lejanos los sueños de juventud, cuánto más no quedarán los de la infancia, para los que para acceder hay que doblar más abruptos recodos que para los otros, encontrar el camino a través de imposibles laberintos que un adulto no puede, no sabe recorrer…

La niñez es la vida en sí misma: dejar de ser niños es alejarnos de los sueños y de las esperanzas, es caer en el lúgubre bucle de la melancolía y del abatimiento; es oxidarse el mecanismo que amortigua los baches del fracaso… Por eso, todas las cosas que nos traen el recuerdo de nuestra propia infancia – un aroma, un sonido, una canción, una película, una expresión, observar a un niño que juega -, son otras tantas que, como aleteo de invisibles hadas, adornan un poco esta vida tan sombría y triste.

Pocos libros te hacen volver a la infancia con la intensidad con que lo consigue Las Aventuras de Tom Sawyer (1876), de Samuel Langhorne Clemens(1835-1910). Porque Mark Twain consigue lo que pocos han hecho: hacer un fiel retrato de su propia infancia y la de sus amigos; de los juegos de los niños, de sus gestos y maneras de hablar y, sobre todo, de los sueños, la imaginación, de la forma de pensar y filtrar la realidad a través de la maravillosa mente de los pequeñajos.

Y como la infancia, seas hombre o mujer, seas de donde seas, tengas la religión que tengas, hayas nacido en el siglo XV o en el XXI, es “la verdadera patria común de todos los niños”, porque en ella los problemas de los adultos están lejos y en la mente hay una magia especial (que luego todos perderemos) que hace que percibamos los colores más vivos y los días más luminosos, Twain consigue con su libro que lo que pretende para sí sea válido para todos; y todo el que abra sus páginas pueda reconocer en Tom, Huck, Becky, Joe Harper, Ben Rogers y los demás niños de San Petersburgo (Missouri) muchos rasgos de su propia niñez.

Y muchas veces al leerlo os encontraréis, además de la carcajada (Twain es un maestro del humorismo), o de la feliz sonrisa que, sin que os apercibáis de ello, asoma a vuestros labios al reconocer un pasaje lejano de vuestra propia vida, hallaréis el agradable cosquilleo en la nuca de que hablaba; ese ya imperceptible sonido de las alas de las hadas de la infancia.
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imagen: 1 - frontispicio de la primera edición de Las Aventuras de Tom Sawyer; 2- retrato de un anciano Langhorne Clemens.

4 comentarios:

Manderly dijo...

Yo, recuerdo mi infancia y juventud con mucho cariño, especialmente mi época del colegio con mi uniforme, con las monjas... antes del cambio al instituto.

Pero para muchas cosas sigo comportándome como una niña... aunque ya veo, por ahí, a los niños y niñas de ahora que hacen las mismas cosas que había yo hace muchos años. Y es que algunas cosas parece que no cambian.

Tienes razón: una canción, un sonido, una imagen... o sencillamente un amigo de los de siempre que te hace recordar algo vivido juntos y que tu tenías olvidado, pero que en un instante, vuelve a ti otra vez.

Ya sabes, me quedo con las cosas buenas de esos recuerdo.

Chao.

Rosario dijo...

que lindo! Mi infancia fue muy feliz... (por eso no quiero dejarla?!) y muchos de esos aromas (los mejores taxis para recuerdos), imagenes y sonidos me los estan trayendo mis hijas... Cuando las miro, vuelvo. Ah! Nada mejor!
Me enctanta Twain.

M. Imbelecio Delatorre dijo...

hola!

gracias por vuestras bonitas palabras :).

-manderly: esos recuerdos del uniforme y las monjas... son de mi sobrina... ¿ te has planteado alguna vez la posibilidad de que seas una Nexus 7?

-rosario :) esa es la mejor forma de volver a ser niño: viendo crecer a los tuyos. qué razón tienes! beso. me encanta que sigas sacando fotos raras de londres :)

Carlota dijo...

niños que comienzan a intuir el mundo de los adultos, sin llegar a dejarse (aún)atrapar por él. Creo que M.Twain consiguió dejar a su Sawyer interno vivito y coleando, y gracias a ello nos lo pudo hacer llegar. Un abrazo.