Kirk Douglas entre tragos y carcajadas le cuenta algo al barman. Quizás a mí, no lo recuerdo. Pero creo que no, que el hombre del bar estaba de espaldas a mí y yo contemplaba la cinematográfica escena sin que nadie me viese, desde el espejo de detrás de la barra; ese que en las pelis del oeste suele acabar rompiéndose en muchos espejitos de distintos tamaños y variadas formas triangulares debido a algún balazo.

Tras otro trago a su botella de whisky, el tipo del hoyuelo más famoso del cine se echa hacia adelante, sobre la barra, y le dice al barman con cierta confidencialidad, aunque en voz alta:
-Eh, muchacho..., ¿ves estos dos lunares? - e indicaba dos primorosos puntitos negros en la blanquísima piel de la chica, cuyo liberal escote permitía que pudiésemos admirarlos. Dos pequeñitos y oscuros imanes de besos situados a tres o cuatro centímetros el uno del otro y que determinaban una imaginaria línea horizontal sobre la pálida piel del rotundo y voluminoso seno - Pues esas dos pequeñas delicias forman la única y verdadera puerta al paraíso . Y no hay nada más.
Creo que antes de despertar pensé lo mismo que acaso pensaba aquel barman comido de envidia (que ya digo que quizá fuera yo mismo) : "bienaventurados los kirk douglas..."

NOTA. Imagen1: el viejo Kirk en uno de sus westerns más memorables, LA PRADERA SIN LEY ("El Hombre sin Estrella" es la traducción literal del título original), de King Vidor, 1955.
imagen2: don Juan Valera (1824-1905), el andaluz universal.
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