jueves, junio 08, 2006
Andrés Hurtado, un amigo.
Acabo de leer otra vez El Árbol de la Ciencia. La tercera. Qué gran libro. Con razón he leído en más de un lugar que se la considera como la mejor novela del siglo XX.
El Árbol de la Ciencia fue publicada en 1911. Pío Baroja consideraba esta novela como "el libro más completo y acabado de todos los míos". Su amigo Azorín dijo que en ella se hallaba "mejor que en ningún otro libro, el espíritu de Baroja."
Se trata de una Bildungsroman ("novela de educación" o "novela de formación", en alemán), es decir, una novela que representa el desarrollo moral, psicológico, espiritual, filosófico, del principal protagonista desde su juventud hasta la madurez.
En este caso el protagonista es Andrés Hurtado. Un joven al que conoceremos y acompañaremos desde los 17 ó 18 años de edad con que ingresa en la Facultad de Medicina (la primera escena del libro nos lleva al primer día de clase de la carrera), hasta los 30 ó 31.
Es un muchacho realmente peculiar que seguramente no es más que una proyección de la personalidad de Baroja: insociable, anticlerical, anarquista, misógino, abúlico, pesimista, neurótico...
Pero así definido tan escuetamente el espíritu de Hurtado-Baroja podrá parecer al frívolo que Andrés es una especie de maniático sinvergüenza. Nada más lejos de la realidad:
*Andrés es altamente huraño e insociable, pero a la vez sufre y se preocupa mucho por sus semejantes: no soporta las injusticias sociales, la falta de moralidad, la explotación del otro. Tanta injusticia le produce un gran daño, casi físico; anhela una sociedad más justa e igualitaria, aunque su pesimismo le lleve a la inacción, derivada de la convicción de su incapacidad para hacer algo para cambiar la injusta sociedad:
Pensaba que en la vida ni había ni podía haber justicia. La vida era una corriente tumultuosa e inconsciente, donde los actores representaban una tragedia que no comprendían; y los hombres, llegados a un estado de intelectualidad, contemplaban la escena con una mirada compasiva y piadosa. (primera parte)
*Hurtado es misógino. Me gustaría hacer una aclaración sobre esto debido a la actitud de muchas frívolas de confundir, mezclar, y usar indistintamente los términos misoginia y machismo, que no es lo mismo ni de lejos: un machista, además de gilipollas, puede ser misógino, pero un misógino no tiene por qué ser machista... ¿no os queda claro? sólo tenéis que comparar definiciones. Vamos al RAE y leemos:
misógino, na- que odia a las mujeres, manifiesta aversión hacia ellas, o rehúye su trato.
machista: partidario del machismo (actitud de prepotencia del varón con respecto a las mujeres)
Queda claro entonces que, por ejemplo, un tipo muy tímido es un misógino, pero no eso no implica, ni de lejos, que sea un machista. Pero además cae de cajón y se deriva de las definiciones que un tío que no trague a las mujeres, que las odie, no tiene por qué ser machista tampoco, pues puede considerarlas su igual en todos los aspectos. (Creemos que los misóginos son, en muchos casos, románticos con un alto ideal de las mujeres que se ven defraudados una y otra vez al enfrentar ese ideal con la realidad.)
Pues bien. Andrés, como Baroja, es misógino. Y su misoginia, nos atrevemos a decir, es una consecuencia de su timidez y retraimiento.
Me gusta el retrato que de la misoginia barojiana nos da Garci en su más que recomendable película HISTORIA DE UN BESO (2002). En ella, el protagonista (interpretado por Alfredo Landa), Blas Otamendi (personaje ficticio claramente inspirado en Baroja), descubre el amor siendo ya un anciano. Confiesa a su amada (Ana Fernández) algo parecido a esto:
-Siempre se ha dicho de mí que soy un misógino... Qué desencaminados andan los que de mí eso dicen: es más bien timidez, mi proverbial timidez para con las mujeres...
*neurótico: Andrés es muy inestable emocionalmente. Con tendencia al nerviosismo y a la perenne melancolía. El malestar de su alma se verá reflejado en padecimientos del cuerpo. Los hechos tristes e injustos que observa en su trabajo y en su vida afectarán enormemente a su estado de ánimo.
*pesimista, abúlico, depresivo: Lector de Schopenhauer, Andrés Hurtado es tan pesimista que podría considerarse como un paradigma literario del pesimismo:
En casi todos los momentos de su vida, Andrés experimentaba la sensación de sentirse solo y abandonado.
(...)
La muerte de su madre le había dejado un gran vacío en su alma y una inclinación por la tristeza. (primera parte)
¿Qué hacer? ¿Qué dirección dar a la vida?- se preguntaba con angustia. Y la gente, las cosas, el sol, le parecían sin realidad ante el problema planteado en su cerebro. (segunda parte)
Su pesimismo le hacía pensar que la calma no iba a ser duradera:
"Algo va a venir el mejor día -pensaba- que va a descomponer este bello equilibrio."
Muchas veces se figuraba que en su vida había una ventana abierta a un abismo. Asomándose a ella, el vértido y el horror se apoderaban de su alma."
(...)
¿Cómo decir a aquella mujer que él se consideraba un producto envenenado y podrido, que no debía tener descendencia? (séptima parte)
Para acabar, quisiera decir que me veo reflejado en muchísimos de los aspectos del espíritu de Andrés: melancolía, pesimismo, hurañía, enfado ante la injusticia... El caso es que Andrés Hurtado me cae muy bien. Llamé Andrés en su honor al prota de mi novela Alma del Infierno. Y admiro el intelectualismo gruñón de ese álter ego barojiano. Desde que leí por primera vez esa novela que tanto me impresiona hace unos siete años, siempre he tenido la sensación de que el insociable Hurtado es una especie de amigo. Y eso soy yo para él: un amigo a quien no conoce ni conocerá nunca, pero que observa su vida, su espíritu, su pensar, su actitud ante la vida; que alimenta su intelecto con sus juicios y razones. Que de algún modo está a su lado, acompañándole en esa vida de pesares, aunque a pesar de todo se sienta tan solo.
NOTA: imagen1, portada de la edición de bolsillo de El Árbol de la Ciencia, de Alianza Editorial (ésa es la edición que yo tengo); imagen2, estatua de Baroja en Parque de El Retiro madrileño. Abajo, en su pedestal (no aparece en la foto), puede leerse: "MADRID A PÍO BAROJA, 17 de Marzo de 1980". imagen3, cartel de la película de José Luis Garci Historia de un Beso.
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