Había una vez en un pequeño pueblo un campesino que había heredado, por cuatro años (aunque más que heredero, era usufructuario: los propietarios eran otros, muchos otros) una tierra de labranza, algo baldía y seca en unas zonas, provechosa y fértil en otras, pero tierra cultivable y bastante buena al fin y al cabo.
Entre otros inconvenientes había en aquel predio una serpiente vil y traicionera que había molestado a los antepasados del campesino desde hacía más de treinta años, mordiendo aquí y allá, donde podía y a quien podía, haciendo las más de las veces mucho, muchísimo daño. Algunos de los anteriores propietarios de la hacienda quisieron acabar con el malvado ofidio, mediante concesiones unos, hacía mucho, "tenemos a algunas de tus crías encerradas; las liberaremos y todos tan amigos, ¿vale?", le habían dicho... pero no sirvieron los buenos modales, y la serpiente, el más traidor de los reptiles, siguió haciendo daño. También hubo anteriores titulares de la parcela que intentaron acabar con ella usando artes parecidas a las de aquella maligna culebra; dándole su propia medicina, como suele decirse: arteras trampas, crueldades varias... pero nada... la serpiente nunca moría del todo: si le cortaban la cola de un azadazo, le aparecía otra... y si muchos creían que la habían atrapado, hacía un agujerito en la trampa, se escapaba, y ya había otra vez maldades y crímenes para rato...
El campesino del que os hablo quiso intentar, como casi todos los anteriores usufructuarios habían intentado, librarse del pérfido y desalmado reptil. Debía hacerlo, ¿no?. Era su deber tener una tierra tan libre de seres malignos como fuera posible.
Vivía muy cerca de aquella tierra un charlatán. Tenía barba y siempre fumaba puros. Decía que su oficio era acabar con las serpientes...: "¡¡soy el cucal , el raid, el zz-paf de las sierpes!!", solía decir.Muchos de los verdaderos propietarios de la finca del campesino (recordad que sólo era usufructuario durante cuatro años), creían en verdad que no había mejor mataserpientes que el charlatán, aunque una de las principales responsabilidades de todos los campesinos que tenían ocasión de usufructuar la finca fuese la de terminar con las serpientes, y todos lo intensasen con mejor o peor acierto. Así que el charlatán vivía de la confianza de muchos de los propietarios, a los que embaucaba con palabrería, y con algunas mentirijillas:
-¡Serpientes, serpientes a mí! - dijo alguna vez - ¡será descabezada, muerta, triturada, y sus pieles colgadas de los arbustos! ¡En menos de seis meses acabaré con ella!
Eso había dicho en el 96, pero ya nadie se acordaba de eso. Tampoco lo había dicho él, sino el anterior embaucador,del que era heredero, un desagradable tipo de feo bigote, rostro crispado y antipático, y cejas marcadas.
La verdad es que el señor de la barba casi siempre mentía (u ocultaba la verdad, que es lo mismo), y él mismo había intentado convencer al asesino reptil con halagos y caricias una vez que fue también usufructuario:
-no eres un reptil... eres... un Mamífero Laborioso y Nada Vil - le había dicho. Y así le llamaba, MLNV, delante de todos los verdaderos propietarios (y produciéndonos vergüenza ajena entonces a muchos), con sonrisitas y elogios... hasta seguro que tenía pensado darle un algo de la finca si dejaba de hacer daño...
Pero salió mal la cosa.
Ahora el nuevo campesino intenta también hablar con la serpiente, de un modo parecido, aunque sin elogiarla ni hacerle mimos ni carantoñas. Al fin y al cabo es una serpiente que tiene muchos muertos encima. Aunque, eso sí hay que subrayarlo, este nuevo campesino parece querer hablar con inocente (y por ende, algo tonta) bondad con un ser traicionero que parece más dispuesto a volver a burlarse y a hacer más daño que a dejar de molestar definitivamente.
El charlatán mientras tanto, que había sido usufructuario y quiere volver a serlo, se lleva las manos a la cabeza sin acordarse de lo suyo, y miente, tergiversa, embauca más que nunca.
Esta es una fábula sin final. Y probablemente no lo tendrá hasta dentro de algunos años. Pero mientras se escribe un final para ella, vemos que la que sonríe malvadamente y se crece en su insolencia, y disfruta muchísimo con las hipócritas, falaces y demagógicas mentiras del charlatán y con la estúpida inocencia del campesino, es la bicha, que, de delgadita y maltrecha que estaba hace un tiempo, parece haber recobrado cierto vigor...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario