sábado, julio 05, 2008

¿Era sorda?, ¿era ciega?, ¿era muda?


Hace pocos años la descubrí. Y no porque estuviese escondida o lejana, que está cerca de mi casa y al lado de la carretera general... pero rara vez voy por allí.

Mi impresión al verla la vez primera, desde la parte de afuera de la verja que rodea el caserón del marqués, fue la que tuvo el narrador de El Retrato Oval de Edgar Poe cuando vio el cuadro: ¡tuve la fugaz sensación de que era real, de que estaba viva!

A las pocas décimas de segundo salí de aquella súbita (e incómoda) extrañeza: comprendí que no era de carne y hueso, sino estatua nacida de las manos de destrísimo artista. Y sin embargo aquel mismo día y siempre que acerté a pasar por allí y me paraba unos instantes a admirar la intemporal belleza de aquella ninfa, aquella forma que tan poderosamente hería mi imaginación, al observarla tuve siempre la extraña sensación de que estaba a punto de abrir los ojos, de mirarme, de sonreírme.

Recordándola más tarde, qué bien comprendí a Bécquer en su leyenda El Beso.

Qué sacrilegio sería besarla.

Qué blasfemia imaginar ese beso.

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notas:

- la fotografía es de Yayo (pinchar para ampliar).
-Rima LXXVI, de G.A.B.
-La Mujer de Piedra (fragmento), de G.A.B. (Audio, cervantesvirtual)
-A ti, que no existes.