lunes, octubre 16, 2006

Los incontables asesinatos de Fernando Alonso.

Cada vez que se produce un crimen realmente truculento, uno de esos que horripila a la opinión pública, y si el asesino es un joven o muchacho aun púber (ya sabéis, el típico titular de: "Valencia: angelico se carga a sus padres, a su tía abuela y al canario de la familia con unos nunchakus"; o bien aquel, también clásico, de: "Valencia: jovencita, émula del joven los nunchakus, se carga a varios compañeros de clase con unas estrellas ninja. `Amo a Borja, es un incomprendido´, dice la musasa"); cada vez que una salvajada de esas sucede, todos los medios buscarán culpables, bien con las declaraciones de un experto en Gilipollología por la Universidad de Ronda, bien poniéndote un gráfico con unas estadísticas que relacionan -de forma irrefutable- las churras con las merinas, y conclurián que el execrable crímen del adolescente ejemplar es culpa de la televisión, de la violencia en televisión.

Más abajo en el mismo artículo, no sabemos si aportado por el experto de marras -profesor de Psicología de la Comunicación Audiovisual , Máster en Nubes de Humo y Silbos de La Gomera- o por el despejado periodista, se sugerirá también que todo puede ser consecuencia de la violencia en el cine, muy vinculada a la TV.

Justo al final del artículo, tras decirnos que nadie hubiese pensado eso del pobre Borja (ahora tristemente huérfano), que era un niño completamente normal, muy inteligente, cariñoso, y estudioso (por ejemplo, le encantaba la biología: diseccionaba por su cuenta cachorritos vivos desde muy niño; y la física: desde niño hacía experimentos gravitatorios lanzando cachorritos vivos por la terraza del quinto piso en que vivía ), apuntará como tercer posible culpable de la inusual reacción de Borja ese infernal e idiotizante invento de los videojuegos; dejando claro en todo el espíritu del reportaje, que los tres elementos -cine, televisión, videojuegos-, y hasta otros posibles (juegos de rol, colecciones de cromos macabros, ciertos cómics; de los caramelos petazeta, los naranjitas...) pueden ser también, en último término, la causa de los asesinatos.

Seguro que habéis leído/escuchado/visto muchos reportajes de ese estilo. Es lo que te encuentras en los medios cada vez que ocurre uno de esos sucesos tan atroces.

Ahora imaginad otro asesinato igualmente truculento pero muchísimo más habitual y no sólo localizado en la Comunidad Valenciana: gilipollas haciendo el indio con el coche a nosecuántos kilómetros por hora por encima del límite de velocidad permitido, mata a unas cuantas inocentes y desconocidas personas -niños incluidos- que venían tranquilamente en su coche por el otro carril, o que paseaban por la acera.

El mismo día que se publica en la prensa en un recuadrito de nada en la sección de sucesos la noticia del accidente y de la muerte de esa familia en Burgos, aparece en portada y a cuatro columnas que Fernando Alonso gana el Gran Premio de F1 de Tineo. "Ganemos", declara el asturiano, orgullosamente.

Nadie en la prensa establece el probable vínculo. El asesino motorizado, el imbécil sin entrañas, el tonto del tunning, seguramente iba como un loco por imitar a su héroe del alma, el Ferlonso de las narices, tras flipar viendo en telecinco cómo el asturiano adquiría prez imperecedera con la incomparable hazaña.

Entonces no hablan expertos en Sicología sin P en los cursos de verano de la Universidad de Yernes y Tameza; ni nos regalan el cerebro con un ingeniosísimo artículo de síntesis de un joven y talentoso periodista que busca culpables hasta en el tebeo (¡ literalmente!); porque entonces no hay culpables. Ni de lejos se atreve nadie a echar las culpas, de un lado al tonto del tunning, que bastante tiene ya con el disgusto de haberle destrozado el coche a su padre y con que le van a quitar cuatro puntos de carné... (Si se mira bien, tan culpable es él como los otros... los accidentes pasan: cosas de la vida, que está to predistinao...), ni mucho menos al famoso piloto cuya técnica trataba de emular el accidentado.... (En este caso, además, el asesino ni siquiera tendrá que irse unos meses a un reformatorio, como Borja el huerfanito.)

Ciñámonos sólo a los imbéciles emuladores: de un lado el de los nunchakus, del otro los cientos de sanguinarios flipipaldis que asesinan a mucha gente cada año en nuestras carreteras. ¿Dónde es más fuerte el vínculo del imitador con el modelo a imitar (el Doom3 y Tarantino en un caso, el afamado piloto asturiano en el otro)? Yo me atrevería a decir que es mucho más evidente (y sobre todo, más cotidiano) ese vínculo en el caso de los tontos del tunning con su ídolo..., pero, ¿quien osaría decir eso? (quizá algún tontoelhaba en su blog, y nadie más.)

Así que, señores periodistas, o aplican la misma lógica y el mismo arbitrario rasero a todos los crímenes inmotivados y cometidos por imbéciles profundos ( violencia escolar como reflejo de la violencia en el fúbol, violencia machista debido al programa de Maria Teresa Campos, por poner más ejemplos tontos), o váyanse a freír puñetas.

NOTA: imagen, el Fernando Alonso ese tan famoso (que, junto con Leti y Melendi, bien se sabe, tanto ha hecho por los asturianos), en silla de ruedas por haber jugado al mario kart.

3 comentarios:

Germán Fernández dijo...

Las situaciones que describes son lo que se llama en Sociología "relaciones espurias". Esto quiere decir (en dos palabras) que se hace una relación causal absurda completamente.

En el caso de la violencia en cine y televisión hay estudios que demuestran que su función , es totalmente la contraria , es decir , las imágenes violentas sirven en muchas ocasiones para provocar el rechazo del espectador hacia ese tipo de actos (una especie de tratamiento Ludovico)y no para incentivarlo (cosa que al estado no le interesaría para nada)

Pero bueno , ciñéndome al tema que planteas en cuestión , decirte que a esa gente que conduce un coche de esa manera se les puede comparar con alguien que le de por sacarse una licencia de armas para cazar y se ponga desde su terraza a pegar tiros a quien pase por la calle. Me ponen enfermo directamente , habría que empezar por controlar a quien se le deja conducir un coche (y no me estraña que dejen a cualquiera viendo simplemente el psicotécnico de risa que hay que pasar). Y depsués estas acciones deberían ser consideradas como asesinatos directamente , porque en el fondo es lo que son , no son accidente , son asesinatos.

Un saludo

M. Imbelecio Delatorre dijo...

gracias germán, por contarme esas cosas que no sabía.

Estoy 100% de acuerdo contigo en que son asesinatos y no accidentes cuando uno de esos cabrones se comporta así...: vale, quizá no quería matar a AQUELLA familia en concreto, pero haciendo el pijo con el arma mortal que puede ser el coche lo que está claro es que no le importaba matar a alguien. por eso tu símil es muy bueno: es igual que sacarse una licencia de armas y empezar a pegar tiros aletoriamente a la calle.

y lo de la violencia en el cine... Hay un tipo de pelis que ofrecen una violencia "divertida", esa que cualquier espectador adulto ve claramente que es falsa, que no nos provoca rechazo -no apartamos la vista- porque le vemos el truco, serían los rambos y suarzenegers, las pelis de zombis y todo eso... y luego hay otra más seria, bien por el argumento de la película o por aproximarse más a la real, nos pole los pelos de punta (La Lista de Schindler de Spielberg, o Uno de Los Nuestros de Scorsese)... éste último tipo sería el que nos produciría la catarsis de la que hablas.

Gracias por tu inteligente comentario :)

M. Imbelecio Delatorre dijo...

En el diario EL PAÍS de hoy, una carta al director de Abel Armental, que escribe desde Londres, habla de algo parecido a lo que hablábamos en nuestro post. Pone además un trágico ejemplo que le queda cercano.Nos tomamos la libertad de copiarlo a continuación:

POR QUÉ NO QUIERO QUE ALONSO GANE EL MUNDIAL.
Abel Armental - Londres, Reino Unido

EL PAÍS - Opinión - 19-10-2006

Hace un mes, mis amigos John y Marta volvían a casa bordeando la muralla romana de Lugo cuando por detrás suya un coche a toda velocidad tomaba la curva perdiendo el control, subiéndose a la acera y llevándose la vida de John. El conductor, cuya tasa de alcohol en sangre era cuatro veces la permitida, fue llevado a comisaría junto a mi amiga y con una actitud agresiva gritaba "qué pasa, se me fue el coche". Evidentemente, no creía que fuese responsable directo de la muerte de John, se sentía acosado y se creía con derecho a despotricar.

Bien, escuchando este tipo de cosas es cuando el debate sobre conceder los derechos del hombre a los monos cobra sentido. ¿Cómo alguien sin el mínimo ápice de arrepentimiento, juicio o sentido de la responsabilidad puede estar detrás del volante de un coche? Hay una corriente política que considera que para tener derechos hay que tener también obligaciones.

Nuestro enérgico y valiente conductor, propietario de un coche tuneado, se siente amparado por la falta de conciencia y civismo que impera en nuestro país cuando se trata de conducir. Quién no ha cogido el coche tras tomarse un par de copas o quién no le ha reído la gracia al amigo que lo cuenta al día siguiente. Esa fiebre por la velocidad y los coches tiene su máxima expresión en el tuning, con legiones de adeptos con pinta de paleto de feria en todas las ciudades.

Nuestro país está orgulloso de que cada vez se vendan más coches, se hagan más carreteras, y toda esa cultura del motor, la velocidad, el alquitrán, el asfalto y los humos del tubo de escape fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias. Sí, estoy hablando de Alonso. No quiero que gane Alonso el Mundial por lo que representaría para un país que ya es profundamente inmaduro e irresponsable al volante. John, no te olvidamos.