jueves, agosto 16, 2007

transubstanciación malograda.



Fue durante la eucaristía, en el momento mismo de la transubstanciación, con un grave don Julián consagrando la oblea, manteniéndola alzada a la altura de la cabeza, sujetándola con los dedos índice y pulgar de ambas manos. Fue en ese solemne instante, digo, cuando el oprobio, la infamia y la blasfemia se dejaron sentir por todo el templo, dejándonos pasmados a todos. Y fue tal que parecía que el reverbero hacía retemblar la iglesia entera. Si a don Julián le sobreviniese la muerte allí mismo, no se pintaría en su rostro mayor cara de dolor y espanto. La hostia se le cayó de las manos. Vi a varias beatas de la primera fila llevarse las manos a la cabeza o alzarlas al cielo, como implorando misericordia. No había muchos niños, pero los que había prorrumpieron en carcajadas al cabo de algunos instantes. (a alguno le costó un sonoro bofetón de su madre o abuela tal conducta). Yo no me reí, podéis creerme. Sería por el asombro. O tal vez por la responsabilidad que mi cargo conllevaba. El caso es que no me reí, tenedlo por seguro.

Don Julián reaccionó a los pocos segundos. Puso cara de furia o de demonio, masculló algo ininteligible y abandonó el ábside con la rapidez de la pólvora. Con una viveza difícil de concebir dada su ancianidad, se dirigió a la última grada, la que estaba más cerca de la puerta, y gritando:

-¡Largo de aquí, holgazán, hereje, sinvergüenza, malnacido!,

y otras cosas semejantes, echó de la iglesia a Gargajos, quien dormitaba entonces en el último banco, que era uno de los tres borrachines del pueblo y el único de los tres que iba a misa de vez en cuando.

Cinco minutos después del incidente se habían apagado los murmullos y la ceremonia continuaba como si tal cosa.

Tenía yo doce años. ¿No me preguntabas eso? ¿No querías saber desde cuándo soy un descreído? ¿desde cuándo sé que todo eso es una gran mentira?.

Pudo engañar a los demás porque la acústica en el templo es mentirosa si se trata de sonidos fuertes, y uno nunca sabe de dónde proceden exactamente. Pero a mí no podía engañarme. Estaba apenas a tres pasos suyos. El terrible, espantoso, execrable pedo había salido del mismo don Julián.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Del pedo se le cayó una hostia?, qué será entonces cuando el pedo vaya a mayores¡

M. Imbelecio Delatorre dijo...

hola, ángela :)

acias por leer mis estupideces.

¡qué hombros más bonitos tiene la chica de tu imagen!

(por cierto, me gusta mucho CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY, una peli muy woodyallenesca )

:) una sonri desde asturias.

Sintagma in Blue dijo...

Ya quisiseran las estupideces ser como un relato tuyo.

besos, besos

M. Imbelecio Delatorre dijo...

hala, qué piropazo me ha soltao la galleguiña :O


acias, acias, acias!

beso :)

Rosario dijo...

Hola! QUE BUENO lo que escribiste! No paro de reirme! Que suerte encontrarte por aca!
saludos porteños desde Londres!
x Rosario

M. Imbelecio Delatorre dijo...

hola, Rosario.

muuuuuchas gracias por esas palabras tuyas :) me alegras.

un besazo para esa porteña de Londres.

Pd.- como tú se llama la dulce protagonista de la última novela que he leído. (DOÑA PERFECTA de Benito Pérez Galdós)

Carlota dijo...

Ya veo que con 12 años era usted sumamente inteligente, y tomó el camino correcto. La gran mentira dura porque a muchos les interesa que dure, no lo dude. Pobres Gargajos de este mundo, víctimas de la caridad cristiana...un besito, sr. Imbelecio. Estupendo relato.

M. Imbelecio Delatorre dijo...

hola, Carlota.

no sé el protagonista del relato... yo con doce años aún creía en muchas cosas (Dios entre ellas); con dieciséis era agnóstico; y luego con 20, el ateo que soy hoy.

otro beso para ti :)