miércoles, agosto 02, 2017

EL AMULETO

-Papá, tengo recital de piano, y creo que no voy a ser capaz de salir delante de toda esa gente. Simplemente no puedo.
-¿cómo no vas a poder, niña? ¡Si tocas como los ángeles!
-sí, pero estarà tooodo el instituto, papá. Fracasaré. Meteré la pata. Lo sé. No hay remedio. ¡Las manos se me volverán de mármol y martillaré las teclas como una foca que aplaude y todo el mundo se pensará que soy tonta! Se me caerá la partitura, o me olvidaré de todo lo que sé, o me tropezarán los tacones al ir a sentarme, de los nervios... Haré el "ridi" como una estrella de cine mudo que mete la pata en todo y tropieza con todo, ¡sabes que me pasa cuando me pongo muy nerviosa!...
-¡vaya, vaya!. Un caso grave de inseguridad adolescente... Ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Te diré lo que vas a hacer. -el padre fue a la estantería, apartó dos o tres libros y de un oculto hueco sacó un ovalado paquetito envuelto en papel color cartón, como el que usan en las ferreterías, y atado con dos cuerdecitas cruzadas-. Vas a llevar contigo este paquete. Te dará confianza en ti misma. A mí me ha funcionado siempre. Pero no se te ocurra desenvolverlo, ¿ok? Si lo haces, perderá su poder...
-gracias, papá! -dijo la adolescente entrando en el juego, abrazando a su progenitor y dándole un beso- ¡qué bueno eres! Con tu regalo me irá mejor.
* * *
El recital fue un éxito. la joven se atrevió incluso con la pieza más difícil de su repertorio, y su ejecución fue admirable en todo momento. Encandiló a alumnos y a profesores.
Cuando volvió a casa, dijo a su padre:
-todo ha ido fenomenal. Fui la más aplaudida. Más que el grupo de rock de último curso, ¿puedes creerlo? Una pena que mamá y tú no hayáis podido ir... Y , ¿sabes? Tengo la sensación de que he podido hacerlo gracias a ese paquetito que me prestaste... Pero no soy ninguna tonta. Supongo que ahora lo abriré y me encontraré dentro una fruslería, algo sin importancia, y eso significará que todo lo he hecho yo con mi autoconfianza...
-eso es ... Ahora devuélveme el paquete, y mejor no lo abras...
-me pica la curiosidad, ¿en serio no puedo abrirlo?
-no, devuélvemelo...
-¿qué es? ¿me dirás lo que es al menos?
-es un... Bueno, un regalo de un jeque jordano... Antes de conocer a tu madre, ya sabes que estuve en aquel país unos meses ayudándoles con una autovía. La historia ya te la sabes... uno de los niños del jeque se golpeó la cabeza y yo le di los primeros auxilios... El poderoso señor quedó agradecido y me dió eso. Es una figurita de arcilla, sin más.
-jo, quiero verlo.
-no. es bastante feo, déjalo así.
-¿y qué representa la figura?
- Se trata de un dios menor mesopotámico, muy antiguo. Su influencia no es muy poderosa, pero ayuda en los pequeños asuntos humanos. Pero, qué más da..., ¿Has conseguido lo que querías, no?.
-sí, ojalá mamá y tú hubierais estado allí, y no os hubiera surgido ese compromiso de última hora.
-qué se le va a hacer, pequeña. En Navidad sí que te veremos. Prometido.
* * *
Pocas cosas pueden acicatear tanto la conducta humana, curiosa por naturaleza, como el afán de resolver un enigma, por pequeño que sea. ¿ qué había en el misterioso paquete? Lucía daba vueltas y vueltas en la cama. Eran casi las 3 A.M. y aquella noche aún no había podido dormir un sueño, ni aunque fuera uno nervioso y ligero.
Bajó en pijama a la cocina. Al pasar por el espejo del pasillo una joven despeinada la miró con malhumorada y ojerosa cara. Una vez en la cocina se sirvió un vaso de leche y 4 galletas de chocolate. Con gran método, las fue mojando en la leche y comiendo despacito. El gentil príncipe de la caja de galletas le hizo pensar en el príncipe que tal vez se escondía en el paquete envuelto en papel y cuerda.
-Al diablo con todo- dijo.
Se levantó y fue al salón. Apartó los libros que antes había apartado su padre ( "qué casualidad -pensó- son los dos libros más aburridos de la casa, los que no se me ocurriría ojear ni sonámbula: uno es el Discurso sobre la Ley agraria, de Jovellanos; y el otro es un voluminoso estudio comparativo sobre las Constituciones hispanas del siglo XIX, publicado por la Universidad de Oviedo.")
Se puso de puntillas y alcanzó un envoltorio... Pero no era el paquete... Era simplemente un papel envuelto, doblado un par de veces sobre sí mismo. Era una carta manuscrita por su padre. Decía así:
"Mi preciosa Lucía:
Sabía que volverías a por el paquete y querrías desenvolverlo. Lo he cambiado de sitio y puesto a buen recaudo. No podrás por tanto, encontrarlo. Deja de buscarlo, pues te disgustaría el encontrarlo. Es una figura muy, muy fea, créeme. Y no es de arcilla como te dije, sino de otro material más inquietante. Creo que es algo más que un amuleto, y es (quiero decir, fue) verdaderamente un pequeño dios doméstico que acaso favoreció a algún rey babilónico. Tú has visto que funciona... El insomnio que con toda seguridad hoy padeces no es sino fascinación por el prodigio que sospechas real. Pero déjalo ahí. Funciona, pero no lo comprendemos. Es un dios pequeño y que atiende a plegarias humanas..., pero es un dios. Sus motivaciones no son las nuestras. He sido ayudado por él en tres ocasiones, pero supongo que lo que llamamos azar no puede domeñarse con facilidad... Y creo que para el dios tú ganas lo que otros pierden... Te vi desesperada , y te ayudé. Y si nos vemos perjudicados en el futuro por una desgracia o una enfermedad, quizá podamos acudir a él de nuevo.... Pero no hay que molestarlo más. Olvida este asunto y duérmete. Llévate el libro de Jovellanos que acabas de apartar y verás qué pronto te duermes."
Lucía estaba asombrada -asustada más bien- de lo que había leído. Su padre la embromaba. Le gastaba la broma más ingeniosa y elaborada que alguien podría gastarle nunca. Eso era . Eso tenía que ser.
Volvió a la cama. Y aunque las galletas Príncipe con el vaso de leche suelen ser en ella un remedio sedante infalible (incluso si una ha consumido varias tazas de café para estudiar media noche para un examen), tardó mucho en dormirse. No lo hizo hasta que faltaba muy poco para que sonase el despertador.
En aquella madrugada de insomnio que sucedió al recital, pensó en cosas extrañas. Cosas que durante el día no tendrían solidez ni sentido, o que olvidaría sin más.
Pensó que sus padres no habían ido a verla al recital no por ningún pésame ineludible de última hora, sino por otro motivo que con su imaginación intentaba aprehender.
Pensó en una conversación de whatsapp con una amiga suya: el padre de Pelayo, el chico que le gustaba a esa amiga y que era el guitarrista de la banda de rock que había actuado después de ella, se había sentido bastante indispuesto durante el recital... Una arritmia o una taquicardia o algo así. Había tenido que ir por urgencias, y estaba pasando la noche en el hospital. A la mañana le darían el alta.
Y pensó también en las preguntas indiscretas -medio en broma- de los amigos de la familia, sobre cómo un tipo tan bajito y poca cosa como era su padre había conseguido enamorar al "bellezón" que era su madre.
Por último, y justo antes de caer el velo del sueño, pensó cómo sería la forma de la figura. E imaginó un pequeño ser de cara maligna y lujuriosa, negro como el carbón, arrugado. "-¿De piel de cocodrilo envejecida por el paso de los años? -no, es algo más terrible... -¡Madre mía! ¿ estaba hecho entonces aquel ser de piel humana? -¡ojalá fuera eso, Lucía, pero es mucho más terrible! No sigas suponiendo... -Oh, ya sé qué piel es... He dado con el secreto: en realidad ÉL mismo me lo está susurrando... No, no quiere hacernos daño, será bueno con nuestra familia, pues le caemos bien, aunque no lo sea con los extraños... El ser me susurra... Que es su propia piel, pues es un dios -un pequeño dios- y que ESTÁ VIVO, aunque tarde decenas de años en moverse y semanas en latir su corazón, está vivo. Dice que me duerma tranquilamente pues vela por mí, y lo hará siempre."

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