domingo, enero 18, 2009

Medianoche








Sonaban las doce en el reloj de la iglesia. A pesar de poder escucharse en gran parte de la villa el ruidoso tañido, las campanadas, lentas, solemnes, fueron amortiguadas un poco, distorsionadas en parte por el algodón de la fría niebla; y el monótono ruido tampoco interrumpió hoy el sueño del lugar. Las calles desiertas continuaron desiertas. Las farolas siguieron proyectando su pobre luz sin que ninguna andante sombra perturbase el trayecto de sus haces.
La villa dormía, en fin, cuando resonó el cerrar de la puerta de un bar, y un hombre, arrebujándose en su cazadora, tras levantar las solapas del cuello empezó una vacilante andadura. El expresivo gesto fue hecho maquinalmente ya que, a pesar de la gélida noche de enero, el hombre no tenía frío.
Un dulce y cálido abrazo –el más cálido que nadie podía darle, que había encontrado nunca- recorría su cuerpo prodigándole numerosas caricias, haciéndole mimos en el barbudo y feo rostro con sus invisibles y ardientes dedos, masajeando cariñosamente brazos y piernas, llenándole el pecho de calor y de vida, deslizando de vez en cuando besos en una nuca que nunca nadie había besado.

Iba este hombre de paso tambaleante monologando no sé qué historia que ocurría en su cabeza, acaso continuando la nimia conversación que mantenía hace un rato con el dueño del bar; iba ya por la mitad del recorrido hasta su casa, digo, cuando comenzaron a sonar las campanadas que anunciaban la medianoche, y cuando creyó escuchar, con ellas mezclado, el lamento de alguien que gritaba apagadamente, como gritamos en las pesadillas, pidiendo auxilio.
Parose un instante para mejor oír, mas al momento siguió el impulso que le dictaba el corazón, y embocó en un oscuro callejón.

La embriaguez se había disipado por efecto del miedo.
Un poco más allá, en mitad del sombrío callejón, a la sombra de un coche mal aparcado, la mano apoyada en un contenedor de basura, podía verse la silueta de un hombre postrado en el frío suelo, extenuado, como intentando levantarse.

-¿Se encuentra usted bien? ¿Se ha hecho daño? - gritó, muy asustado, el hombre que venimos acompañando desde el bar.

Y, tras unos momentos de indecisión:

-¡Que alguien llame a una ambulancia!- vociferó finalmente a la niebla mientras caminaba hacia al hombre herido.

Llegó donde el contenedor de basura. La tenue luz de la farola era recortada por el coche, que proyectaba su sombra sobre el herido, sumido en la oscuridad en gran parte, quedando tan solo las piernas y un brazo alumbrados por el haz de luz.

-No se preocupe, no está usted solo…

Dijo, mientras se agachaba para socorrer al herido. Estiró sus manos para ayudarle a incorporarse cuando su miedo se exacerbó hasta el extremo más pavoroso. Le acometió un susto atroz, terrible, que puso un nudo en su garganta y un intenso dolor en el pecho, y que sólo le permitió exhalar un ahogado grito de pánico, de desesperación.
Al estirar sus manos para ayudar al herido, éstas se habían encontrado con el frío suelo, ¡no había nadie allí!
El miedo le había tumbado, como si hubiese recibido un fuerte golpe, en el mismo lugar en que yacía aquella fantasma. Quiso incorporarse, estiró su mano y la puso en el recipiente de la basura buscando apoyo, pero no tenía ya fuerzas. Horriblemente asustado, aquejado por un temblor agónico, intentó llamar, pero apenas pudo exhalar un grito apagado, sin fuerza, como el que gritamos en las pesadillas.


Sonaban las doce en el reloj de la iglesia.

***
nota, imágenes tomadas de erik.blogia.com

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado!, muchas gracias por compartir tu relato.
¡Queremos más!

M. Imbelecio Delatorre dijo...

:) muuuchas gracias. Hace años que se me ocurrió esta forma de mi posible muerte, acaso alcohólico, viejo y solo... aunque en mi cabeza es una historia terrorífica y triste, no logro plasmarla en el papel.. ése es el cuarto intento de escribir algo que se pueda leer... pero no me gusta... confuso, chapucero, mal escrito.. hablo de niebla, pero luego no sé reflejar el comportamiento de la luz y de la niebla...

:) gracias y un beso. claro, más relatos habrá. si te decides a fundar blog, dímelo y te enlazo.

alfonso dijo...

Me ha parecido un gran relato. Esta vena hay que explotarla, señor Edgar Embelecio.
Un diez.

Saludos, o tres
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M. Imbelecio Delatorre dijo...

Gracias, Ñoco!.

(acuérdate de notificarme el nuevo número de cuenta bancaria, para abonarte la asignación mensual)

Anónimo dijo...

Gran Relato M.Imbelecio Delatorre, esperamos ansiosamente más relatos como este,

salu2