sábado, junio 14, 2008

Viaje a Maro.

-Es un muchacho idóneo para el viaje.
-Sí, yo también lo creo…, y sin embargo…
-Es demasiado distinto a los demás. No encaja. Nunca lo hará. Todos le rechazarán siempre. Y si alcanza el planeta Maro, será feliz.
-Será un viaje de decenas de años… Toda una vida en un páramo de soledad...
-Da igual. Hay que intentarlo. Es él. Es el que buscamos… Sería infeliz de todos modos…

Los dos hombres que así hablaban se desvanecieron en la mente del niño. Los hizo desaparecer su fantasía para sustituirlos aquel día por quince, ciento, mil variados ensueños, alegres los más, tristes unos pocos, y todos fantásticos, fulgurantes del vívido brillo que les da el cerebro infantil.

** ** **

¿Quién podría explicar por qué algunos recuerdos insignificantes vuelven después de tantos años mientras que otros que nos son más queridos se borran para siempre?

Cuando tenía poco más de cuarenta años, el que fuera aquel niño recordó esa vieja fantasía que había imaginado a la edad de diez. Y de nuevo le pareció ver ante sí a aquellos dos hombres encorbatados que parecían sacados de una película yanqui de ciencia-ficción.

Supo que había llegado al final de su viaje porque recordar la fantasía fue también dotarla de significado.

Había viajado aquellos treinta años luz de melancolía teniendo siempre una recóndita, pequeñita ilusión, una inefable esperanza de encontrar algo mejor en esta vida gris.

Miró a su alrededor. Donde se supone que estaría el planeta Maro, no había nada. No había nadie.

Desde aquel día en que recordó la banal fantasía de la niñez, su ánimo fue ya siempre un poco más triste. Como si una parte importante de la esperanza hubiese muerto dentro de él.

¡Y cómo lloró al descubrir que el nombre del planeta bien podía ser un anagrama!

******



ilustración: Lunar, de Tina (¡gracias!).

5 comentarios:

Carlota dijo...

Que no lo vea no quiere decir que no esté. Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Jo que triste! snifito...

Un besuco

M. Imbelecio Delatorre dijo...

¡hola! ¡qué areglía! ¡dos peciosidades cántabras juntas!

sí, me salen tristes algunas historias... pero así tienen que ser: ya se sabe, una de cal y otra de arena.

beso :) y gracias por todo

alfonso dijo...

Al fin y al cabo...¿no es la vida un anagrama? Hay que buscar las letras romas, que las agudas pinchan. Asi, vamos sobreviviendo mientras soñamos con otro viaje.

M. Imbelecio Delatorre dijo...

estoy de acuerdo contigo , Ñoco. con tu nombre, que es el anagrama por antonomasia (después del de amor / roma) también sueño mucho.

:P