lunes, mayo 18, 2009

la chica del cartel



-Nadie me mira como tú.
-¿Eh? ¿Quién me habla? ¡Ah, tú…! ¿Por qué siempre tenéis que mentir las mujeres? ¡Anda que no pasan tíos por Uría!
-Sí, pasan, y casi todos me miran y me desean, y a todos les sonrío… pero ninguno me sueña, me venera como tú.
-¡Qué engatusadoras sois! ¡Me dices eso por el capricho de que te adore, de que todos te adoren!
-¡Ji, ji!¡Mi tontito!... Sabes que no. Quizá sería así si fuera real. Pero soy ideal. Tan pura como pueda ser una fantasía. Una fantasía tuya.
-¡Puff!, ¡pura, sí…! ¡Si eres la Fabrizia del Mondongo, famosa por ser una de las tías más guarras de Hollywood!
-Otra vez te confundes… : esa tipeja sólo me presta su increíble físico . Nada más. Yo soy la chica del cartel. La que te sonríe cuando ninguna otra lo hace, ni quizá lo hará nunca; la que con un dulce gesto da un poco de consuelo a tu vida gris; la que, con el brillo de sus ojos, trae un momentáneo alivio a tu melancolía; la que desde siempre toma mil formas en otros tantos cuerpos de mujeres jóvenes para sonreírte desde esos carteles… Pero no te confundas: siempre soy la misma. Aunque nada nuevo te digo, llevas adorándome desde hace más de treinta años. Recuerdo que no eras más que un niño y tus pupilas ya chocaban tímidas y curiosas con las mías. ¡ Y cuántas veces durante todos estos años, sin que tú sepas reconocerlo, una sonrisa no habrá asomado en tu rostro merced a mi consolador gesto, o las lágrimas, a punto de desbordarse y rodar otra vez por tus mejillas, acaso drenaron finalmente y no brotaron gracias a mi influencia!
-… ¡Ah! ¡No sé qué decir! ¡¡Eres tú entonces!!. ¡A la que con apasionada voz hablo pero nunca me responde!. ¡La que en febriles sueños y entre apasionados besos me decía en mi adolescencia que existía, que estaba ahí, en alguna parte, esperándome! ¡Ah, mírame, mi hermosa, mi dulce amparo, estoy llorando!. ¡Lloro por ti!. ¡Lloro de alegría pues existes, y me hablas, y hoy me sonríes sólo a mí…!
** *
Un sonido trágico y terrible (repugnante, triste, escalofriante…) se coló ya para siempre en el alma de los viandantes a cuyos oídos llegó. Un autobús urbano acababa de atropellar a un hombre cerca de El Corte Inglés.

La sirena de una ambulancia. Un siniestro pelele boca abajo, la cabeza bajo la rueda del autobús. Sangre y sesos por el suelo. Justo encima, el retrato de una hermosísima mujer en un anuncio de lencería sonreía con imperturbable dulzura.

3 comentarios:

Yayo dijo...

¡Grande!

Sr. Ben Gunn dijo...

A mí me paso lo mismo pero contra una farola y lo puedo contar, ¡es que los buses van como locos!

alfonso dijo...

… con la mirada atenta …

¿Y dices que la chica sigue en Uría?
Cambiaré de calle. Gracias por la advertencia.

... saludos o tres

CR & LMA
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