chorradas dichas por alguien que no tiene ni idea de nada ni nada que decir, y que sin embargo escribe y dice cosas... (vamos, como el 99% de la gente con blog)
(ha de leerse rápida y nerviosamente, con profusión de gesticulaciones, como si lo dijese Woody Allen)
¿Saben la historia de la muerte y el lector? Pues va de un hombre al que le encantaba leer, y que tenía no recuerdo qué problema de salud grave, quizá un cáncer o algo así. El caso es que está un día sentado en su sofá, disfrutando de un buen libro, de una de esas maravillosas novelas decimonónicas, cuando oye que llaman a la puerta. Va a abrir y se encuentra cara a cara con la Muerte. Ésta le pregunta cómo se llama, y, bueno, ya sabéis, todo eso que hace la muerte en los relatos: le dice que su nombre está en su lista del día… Entonces el hombre dice : “no, no puedes llevarme hoy… eso sería terriblemente injusto” -Sí, bueno - dice la Muerte- siempre lo es… -¡Es injusto que no sepa nunca cómo acaba el libro que estoy leyendo! -¿Qué libro es? – le dice la Muerte, con inusual curiosidad. -Rojo y Negro – responde el desdichado. La muerte duda, mueve la cabeza, y dice finalmente: “Mmm, tienes razón. Es injusto. Es un libro muy bueno. Haremos una cosa: apúrate a terminar de leerlo porque volveré por ti en un par de semanas.” Pero ocurrió que la Muerte tardó en volver porque no sé qué catástrofe natural ocurrió, o quizá no fuese natural y fuese una de esas guerras que cada poco el egoísmo humano provoca por el mundo . El caso es que la Negra Dama tuvo mucho trabajo y no se acordó de volver en el plazo fijado. Cuando finalmente regresa, han transcurrido un par de meses. La escena es parecida a la anterior: -No me quites la vida, por favor: estoy leyendo Fortunata y Jacinta y… -¡Oh, qué gran novela! – dice la Muerte. Tienes razón. Sería injusto que no pudieras terminar de leerla… Y La Negra Dama, que no le importa dejar a niños sin madre (o a madres sin niños), que no le importa llevarse a los enamorados antes de que disfruten de las maravillas de la noche de bodas, o al emigrante antes de que pueda regresar a su patria después de largos años, va y se apiadaba del enfermizo lector, porque disfrutaba de su misma afición por el arte. En cuanto al lector, astutamente escogía siempre libros voluminosos, y se apuraba a terminar uno y empezar el siguiente para que la Muerte no le pillara entre uno y otro. -¿Qué libro estás leyendo? -El Quijote, La Regenta, El Conde de Montecristo, Ana Karenina, Guerra y Paz, Los Episodios Nacionales, La Odisea, La Montaña Mágica, Moby Dick , Memorias de Un Hombre de Acción… Y a cada uno de esos la Muerte, que comprendía la afición del hombre, siempre cerraba respetuosamente la puerta con un comentario: “gran obra” , “de lo mejor que se ha escrito”, “bien elegido”…, y prometía volver más tarde.
Y así transcurrieron muchos meses, incluso años, hasta que un día La Muerte llamó a la puerta del hombre y éste le dijo: -Oh, no puedes matarme.. -¿Por qué? ¿Qué libro estás leyendo hoy? -No… no estoy leyendo ningún libro… bueno, he leído tantos y tan buenos… que me vi capaz de emprender otra aventura…. Ahora estoy escribiendo mi propia novela, ¿sabes?. Socialmente soy un desastre, así que siempre me he refugiado en mis libros. Y si mi vida exterior es triste y deslucida, en mi vida interior hierven desde siempre sueños e historias apasionantes; así que estoy escribiendo una novela como muchas de esas que leí, llena de decenas de personajes muy vivos cuyas emocionantes vidas se entrecruzan ; de novedosas tramas que magnetizarán al lector. Una de esas pequeñas historias que hay en mi novela, seguro que te suena, porque es la historia de un hombre enfermo al que la Muerte visita una y otra vez pero le perdona porque es cómplice de su pasatiempo, comparte con él la misma afición por la literatura. -…Ya veo… - dijo la Muerte, mientras levantaba lentamente la guadaña – Pero de esa historia, ya te sabes el final.
Y, ¿saben? Eso mismo nos pasa a nosotros: ya sabemos el final. Ya sabemos el desenlace de nuestra pequeña historia en el libro de la vida. Y, por supuesto, la Muerte no es como en el relato. Cuando venga no tendrá ninguna compasión en dejar que terminemos el libro que estamos leyendo, o en dejar que veamos a nuestros hijos o nietos crecer, o lo que sea. Y los proyectos, los sueños, las insignificantes historias de nuestras vidas quedarán casi siempre a medias. No sé si es triste o no, pero así es. Y así ha de ser, si lo piensan detenidamente.
¿Y por qué así ha de ser? Ni pensándolo detenidamente lo entiendo. Si entiendo que cada muerte muere al acabar con su víctima. ¿será una suerte de dulce venganza?
5 comentarios:
El Lector y la Muerte
(ha de leerse rápida y nerviosamente, con profusión de gesticulaciones, como si lo dijese Woody Allen)
¿Saben la historia de la muerte y el lector? Pues va de un hombre al que le encantaba leer, y que tenía no recuerdo qué problema de salud grave, quizá un cáncer o algo así. El caso es que está un día sentado en su sofá, disfrutando de un buen libro, de una de esas maravillosas novelas decimonónicas, cuando oye que llaman a la puerta. Va a abrir y se encuentra cara a cara con la Muerte. Ésta le pregunta cómo se llama, y, bueno, ya sabéis, todo eso que hace la muerte en los relatos: le dice que su nombre está en su lista del día…
Entonces el hombre dice : “no, no puedes llevarme hoy… eso sería terriblemente injusto”
-Sí, bueno - dice la Muerte- siempre lo es…
-¡Es injusto que no sepa nunca cómo acaba el libro que estoy leyendo!
-¿Qué libro es? – le dice la Muerte, con inusual curiosidad.
-Rojo y Negro – responde el desdichado.
La muerte duda, mueve la cabeza, y dice finalmente: “Mmm, tienes razón. Es injusto. Es un libro muy bueno. Haremos una cosa: apúrate a terminar de leerlo porque volveré por ti en un par de semanas.”
Pero ocurrió que la Muerte tardó en volver porque no sé qué catástrofe natural ocurrió, o quizá no fuese natural y fuese una de esas guerras que cada poco el egoísmo humano provoca por el mundo . El caso es que la Negra Dama tuvo mucho trabajo y no se acordó de volver en el plazo fijado. Cuando finalmente regresa, han transcurrido un par de meses. La escena es parecida a la anterior:
-No me quites la vida, por favor: estoy leyendo Fortunata y Jacinta y…
-¡Oh, qué gran novela! – dice la Muerte. Tienes razón. Sería injusto que no pudieras terminar de leerla…
Y La Negra Dama, que no le importa dejar a niños sin madre (o a madres sin niños), que no le importa llevarse a los enamorados antes de que disfruten de las maravillas de la noche de bodas, o al emigrante antes de que pueda regresar a su patria después de largos años, va y se apiadaba del enfermizo lector, porque disfrutaba de su misma afición por el arte.
En cuanto al lector, astutamente escogía siempre libros voluminosos, y se apuraba a terminar uno y empezar el siguiente para que la Muerte no le pillara entre uno y otro.
-¿Qué libro estás leyendo?
-El Quijote, La Regenta, El Conde de Montecristo, Ana Karenina, Guerra y Paz, Los Episodios Nacionales, La Odisea, La Montaña Mágica, Moby Dick , Memorias de Un Hombre de Acción…
Y a cada uno de esos la Muerte, que comprendía la afición del hombre, siempre cerraba respetuosamente la puerta con un comentario: “gran obra” , “de lo mejor que se ha escrito”, “bien elegido”…, y prometía volver más tarde.
Y así transcurrieron muchos meses, incluso años, hasta que un día La Muerte llamó a la puerta del hombre y éste le dijo:
-Oh, no puedes matarme..
-¿Por qué? ¿Qué libro estás leyendo hoy?
-No… no estoy leyendo ningún libro… bueno, he leído tantos y tan buenos… que me vi capaz de emprender otra aventura…. Ahora estoy escribiendo mi propia novela, ¿sabes?. Socialmente soy un desastre, así que siempre me he refugiado en mis libros. Y si mi vida exterior es triste y deslucida, en mi vida interior hierven desde siempre sueños e historias apasionantes; así que estoy escribiendo una novela como muchas de esas que leí, llena de decenas de personajes muy vivos cuyas emocionantes vidas se entrecruzan ; de novedosas tramas que magnetizarán al lector. Una de esas pequeñas historias que hay en mi novela, seguro que te suena, porque es la historia de un hombre enfermo al que la Muerte visita una y otra vez pero le perdona porque es cómplice de su pasatiempo, comparte con él la misma afición por la literatura.
-…Ya veo… - dijo la Muerte, mientras levantaba lentamente la guadaña – Pero de esa historia, ya te sabes el final.
Y, ¿saben? Eso mismo nos pasa a nosotros: ya sabemos el final. Ya sabemos el desenlace de nuestra pequeña historia en el libro de la vida. Y, por supuesto, la Muerte no es como en el relato. Cuando venga no tendrá ninguna compasión en dejar que terminemos el libro que estamos leyendo, o en dejar que veamos a nuestros hijos o nietos crecer, o lo que sea. Y los proyectos, los sueños, las insignificantes historias de nuestras vidas quedarán casi siempre a medias. No sé si es triste o no, pero así es. Y así ha de ser, si lo piensan detenidamente.
Quiero que sepas que leo detenidamente tu blog, mejor dicho, que lo escucho.
Todos conocemos el final, pero leemos incansablemente porque es nuestro final.
Un abrazo, Fer.
Jo, pues que mal cuerpo ...
Besuco.
No hace falta pensárselo detenidamente ¡sí que es triste! pero más triste es que te lo recuerden... y ahora biene el insulto familiar ¡cabronazo!
Con la mirada obnubilada …
¿Y por qué así ha de ser?
Ni pensándolo detenidamente lo entiendo. Si entiendo que cada muerte muere al acabar con su víctima. ¿será una suerte de dulce venganza?
...saludos o tres.
CR & LMA.
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