Había una vez tres hermanos guisantes que, aunque nacidos de la misma vaina, eran de muy diferente condición y naturaleza.
El mayor era ambicioso y soñaba con la gloria militar, con hacer fortuna en la milicia y mandar él solito a todo un ejército de legumbres:
El mediano era de talante retraído y soñador, y gastaba su energía mental en idealizar a todas las legumbres , y soñar febrilmente con leguminosos amores imposibles: ya imaginaba una sabrosísima garbanza madrileña, quier una sencilla pero dulcísima lenteja, o a una habichuela majica...
El último era un arvejo extremadamente inteligente, y tenía en mente cruzar monjes austriacos para demostrar no sé qué teorías sobre los monjes austriacos...
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Todos acabaron en mi plato de guisantes con jamón del almuerzo de hoy.
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nota: imagen4 tomada de aquí.
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4 comentarios:
Muy bueno, el cuento y el plato, que hambre....
Con la mirada ausente...
¿Y los monjes autriacos donde acabaron? Si al menos fueran polacos...
...saludos o tres
CristalRasgado & LaMiradaAusente
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Los chícharos (guisantes)no tienen ojos ni hablan y además a mi gustan con arroz y croques (berberechos)y no me importa que la cerveza para acompañar sea austríaca
hola!
ainhoa: gracias, guapísima. muxu bat.
ñoco: estos monjes austríacos acabaron... descubriendo, con guisantes, cosas importantes. un abrazo!
Ben Gunn: aquí a los guisantes los llamamos "arvejos". mira, con arroz y berberechos no los probé, pero suena de p. madre.
a mí me gustan con jamón (no tan pobres como en esa foto, con más sustancia, más icos, y con el huevo cocido picado por encima), o en potaje (con sus patatitas, su zanahoria, su chorizo y su costilla de cerdo), y como guarnición para cualquier pescado o carne.
¡vivan los chícharos!
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