Imagina que viajas en un coche desde hace mucho tiempo. No recuerdas ni cuándo ni cómo entraste en él (aunque lo sabes porque te lo han contado, no recuerdas el hecho). También sabes que viajas solo dentro de ese “coche”; y te das cuenta de que nunca lo abandonarás vivo. Que morirás, también completamente solo, dentro de él.
Es un automóvil maravilloso que te permite, entre otras muchas cosas, viajar en el espacio y en el tiempo (con un poco de suerte, quizás viajes algunas décadas). El viaje en el tiempo (tu percepción del mismo) es lento (¡ojalá fuese más lento aún!) en la infancia y juventud, y va acelerándose a medida que te haces viejo, para pasar raudos los días al final, cuando eres un anciano.
El motor es tu corazón. Y tú – el conductor – eres tu cerebro.
imagen: una mujer embarazada pensativa, robada de otra página por el morro.
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