" Nos sentaron cerca de un acuario en el que cinco o seis langostas y
algún buey de mar esperaban, adormecidas por la escasez de oxígeno de la
viciada agua, el momento en que algún comensal demandase se hiciera
efectiva la pena de muerte a la que habían sido condenados, sin más
delito que el de resultar suculentos para nuestra especie primate.
>> los ojos de mi acompañante tornáronse un poco más tristes
cuando me señaló la situación de aquellos no pequeños crustáceos. Formaron sus labios un tierno puchero, y con voz casi de niña dijo:
-¿ no te dan pena?
-Ciertamente -dije-, y si esos feos bichos acarician la fibra de
nuestros nervios es por analogía, por cercanía con nuestra situación.
No, no pongas esa cara de extrañeza. ¿no vivimos nosotros dentro de los
límites de un paralelepípedo como ése, dentro de un espacio y un tiempo
que nos limita y no podemos traspasar y de la que no salimos sino para
morir? Más aun: ¿no hay también una pecera similar que limita
igualmente el esfuerzo intelectual del individuo y nuestra imaginación,
siempre finita?
>> Ella arguyó el manido tópico verniano de la
humana imaginación, sin límites ni fronteras. Pero pronto callamos
ambos. El camarero llegó y nos sirvió el primer plato.
Se trataba de una excelente sopa de marisco."
Trifón Cármenes (1851- 1928) , Cuentos de la Estrella Errante (1923)
miércoles, agosto 02, 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario