lunes, junio 11, 2012
domingo, junio 03, 2012
La Galleta Enamorada
Una vez horneé una galleta muy especial: era capaz de hacer
otras galletas y de repararse a sí misma con pasta de galleta. Fue ella quien, una
vez a la semana y durante un buen tiempo, hizo mis galletas sin preguntarse qué
fin tenían sus semejantes inanimadas.
Una semana, sin embargo, me ofrendó sólo la mitad de una
hornada. Y a la siguiente, nada.
-¿Qué ha ocurrido – recuerdo que le pregunté-, para que no
me hayas ofrecido, como siempre, una hornada de galletas?, ¿acaso no cuentas con
harina, huevos, mantequilla y azúcar?
-No es eso, ¡Oh, Señor! – respondió, visiblemente triste, mi
galleta- sino que mi melancolía es tal que no he podido hacer mi tarea.
-Pues, ¿qué te ocurre, pequeña? – proseguí inquiriendo,
enternecido.
-Durante un tiempo serviros, ¡Oh, Señor!, ha sido la única
razón de mi existencia; mas desde hace algunos meses he dado en cavilar y
cavilar… Los días se suceden y yo… ¡siéntome
tan sola!, ¿no podríais, Hacedor todopoderoso, procurarme un compañero que trajera
alivio a mi congoja y me ayudase a soportar la pesada carga de la existencia?
Mucho me impresionó el problema de mi pobre galleta (quizá
porque el motivo de su melancolía no me parecía en nada lejano); tanto, que no
pude menos que hacer lo que me pedía.
“Le haré un bizcocho que sea su compañero”, me dije, “así la
galleta estará feliz de nuevo, yo obtendré sin esfuerzo mi ración semanal de galletas
para mi Nesquick diario. Y, ¿quién sabe?, quizá juntos los tortolitos me hagan
también alguna magdalena”.
Os juro que lo intenté. Cociné más de cien bizcochos en
poco tiempo, y otras tantas tandas de galletas (así de gordo me puse, dicho sea
de paso)… pero ¡nada!: galletas normales y corrientes. Ni se movían, ni
hablaban; ni, por supuesto, se autorreparaban ni hacían otras galletas. Recuerdo
haber hecho memoria para usar exactamente los mismos ingredientes que en la
galleta original: “Harina del Día, mantequilla de la Central, los Huevos eran
del Mercadona, etc. “, pero todo fue inútil: los bizcochos y galletas resultantes
en nada se diferenciaban de cualquier bizcocho o galleta comunes.
Recuerdo decirle esto mismo a mi galleta, quien por aquel
entonces estaba bastante desconsolada, y había dejado de aplicarse pasta de
galleta con la que se rejuveneciera en otra época, mostrándoseme con un aspecto
seco, ajado, y revenido en general. Vino
a verme justamente cuando estaba desayunando mi Nesquick caliente acompañándolo de uno de
esos bizcochos que resultaron fallidos por no haber cobrado vida.
-¿Nada puedes? – dijo, con una expresión galletil de
desesperación que supongo que nunca olvidaré- ¿Nada puedes, tú, El Gran Horneador?
¡Pero eso no puede ser porque mi
compañero existe, pues he soñado cientos, miles de veces con él! Es parecido a
mí, pero está adornado con almendra y pasas, huele siempre a recién hecho y es
el ser más tierno que imaginarse pueda; y su ternura proviene de su
imperecedera frescura pues tiene poquísimas grasas saturadas. Si tan claro lo he visto como me parece estar
viéndolo ahora, ¿cómo me dices que esta imagen no existe, que no tiene realidad?
¿Es ello posible?
-Tal vez – dije, algo conturbado, tras carraspear un par de
veces - viste alguna de esas
características tan notables en algún bizcocho vulgar, y las fuiste agregando a
tu imaginación, haciendo crecer la bola de nieve de ese ideal que ahora atora
tu cabecita (o lo que sea) y te causa
tanta congoja.
Y aquí, amigos, tuvo lugar una escena tal que apenas puedo describírosla,
pues fue violenta y terrible. La galleta enamorada siguió el camino que había
seguido el Joven (caramelo) Werther`s, y puso fin a sus cuitas. En un momento de distracción mía se arrojó
cual galleta Marbú a la humeante taza de Nesquick que ante mí había y en la
que yo me estaba desayunando; y aunque presto traté de rescatarla con la
cuchara en un rápido movimiento, todo fue inútil porque el cacao estaba muy
caliente y para entonces ya la había
reblandecido, y la misteriosa vida de aquel ser único había huído de los
entresijos de su cuerpo de miga.
Ahora ya sabéis por qué desde entonces desayuno un poco de
descafeinado con leche. Sin nada de
bollería, ni galletas.
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