ISABEL: ¿Qué es esto, qué?
CARLOS: ¡Ay, cuán emocionado estoy! ¡Ah, y qué trabajo me ha costado…! Vengo de Roma, de ver al Papa… Me ha dispensado esta bula que agora os muestro… Me ha costado un galeón cargado de oro, pero creo que merece la pena… ¡Leed!
CARLOS: ¡Es una “Bula Venusterial” ! ¡La he negociado yo mismo con Clemente VII!.Somos libres de todo pecado, y por el espacio de media hora, aunque hagamos cualesquiera o todas de las guarraditas ahí señaladas! ¡Je, je, nunca una reina habrá sido tratada de forma tan zorrita con el permiso de la Iglesia! Me ha dicho que aprovechemos bien la bula porque ningún Papa podrá conceder otra así a un rey o heredero católico hasta dentro de casi cinco siglos… y entonces sólo la concederán si la consorte es una plebeya…
ISABEL: ¡Ay, madre, io non posso, io non posso!
CARLOS: ¡Oh, no: habla en italiano! En ella, que es portuguesa, suele significar que está a punto de desmayarse…! ¡Es mucha emoción, claro! ¡Camarlengo, traed sales cordiales, la reina se desmaya!(a ella, en voz baja) : … y más que te vas a desvanecer en un ratico, hechicera, ji, ji, ji…
ISABEL : ¡ji, ji, ji!
Al rato comenzaba el momento convenido de entrada en efecto de la Bula Venusterial…
Isabel, ya recuperada, se hallaba en su lecho, perfumada con agua de las más raras y exquisitas flores de los nosecuantos mundos que gobernaba; don Carlos se abalanzó sobre ella muy impaciente…
Pero ocurrió que la naturaleza no obedece a bulas ni demás dictados humanos... Es más bien al revés, y es el hombre el que sigue casi siempre las leyes de aquélla...