Era la noche de bodas. Quise sorprender a la que ya era mi esposa con algo único, que llevaba preparando desde hacía muchos meses; así que toqué para ella, con pedos, la obertura de El Murciélago de J.Strauss. Pero al poco de empezar desafiné espantosa, estrepitosamente. ¡Ay, qué vergüenza pasé!
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¡prro prri preee!
ResponderEliminar(pro pri pre ro pre ro)
¡prro pri prro!
(porro pro pri pro)...
Qué potito y qué herposo...
ResponderEliminarCombinación de música y olor, ¡qué esquisitez!