jueves, noviembre 10, 2011

batalla electoral

El candidato pestañeó y dio un paso hacia adelante, dejando tras de sí unas siglas y un cartel vacío. Miró a ambos lados de la calle y distinguió un grupo de individuos que hablaban en voz baja, como en conciliábulo secreto. Se unió a ellos y escuchó lo que se decían.

-Vamos por García Márquez y por Buendía, que hay pocos, y allí les damos bien pa`l pelo uno a uno. No tendrán escapatoria. Luego en General Mencías es donde estarán casi todos, así que ahí cuidadito y pies de plomo. Pero si eliminamos a los que os digo utilizando nuestra fuerza numérica los otros son pan comido, como suele decirse.

Otro candidato acababa de saltar de otro cartel cercano y se unió también al grupo, siendo no menos de cuarenta los que animadamente hablaban.

-¿Qué hacemos con los de los demás partidos? – preguntó uno.
-¿Qué hemos de hacer?: darles pa`l pelo sin dudar.

Y pronto echaron a andar por las calles nocturnas en dirección a García Márquez, embriagados con la excitación del guerrero.

-¡Ju, ju, les vamos a dar pa`l pelo! – exclamó uno sin poder contener el entusiasmo.
Qué curioso que repitieran tan a menudo ese latiguillo: aquellos tipos eran todos calvos.

***
Un estremecimiento, un pestañeo, y la conciencia de sí mismo. Ya sabía perfectamente quién era y lo que tenía que hacer. El tipo de las gafas y la barba dio un paso hacia adelante y salió del cartel. Sintió en su rostro el frío de la noche. Pero alegre, pensó:

-¡A por ellosh, oé!

Y antes de que pudiera completar su pensamiento, llegaron de no se sabía donde diez o quince tipos calvos, todos idénticos. El de la barba, asustado, intentó escapar, pero le alcanzaron y golpearon con gran violencia. Lo derribaron y, divertidos, le patearon con saña.
Eso mismo hicieron con seis o siete más en aquella misma calle. Los eliminaron sin piedad, cayendo sobre ellos sin dejarles ninguna oportunidad para huir, agruparse o defenderse.

** *

Un sonido casi rítmico, metálico, un repiqueteo desagradable resonaba en Buendía.
Dos tipos de los de la barba y las gafas tenían a una mujeruca agarrada por el pelo, y le estampaban la cabeza contra el capó de un coche. Ella acababa de salir de un cartel de color magenta. Aquel par de barbudos idénticos se partían de risa. Hasta que uno de ellos gritó:

-¡A correr tocan!

Y ambos echaron a correr como conejos perseguidos por una jauría de lobos. No era para menos: cuarenta o cincuenta tipos calvos acababan de llegar a Buendía y les perseguían.

-¡Os vamos a dar pa`l pelooo!

Aunque por poco, los de la barba lograron escapar, y dirigieron sus pasos a la cercana Plaza General Mencías.
-¡Cuidado, que nos metemos en la boca del lobo! – señaló uno de los calvos idénticos. Y su grupo, precavido, aminoró el paso.

Pero pronto vieron que la plaza alumbrada por la luz de las farolas estaba desierta. Los de la barba y las gafas seguían en sus respectivos carteles: ninguno había despertado todavía. Y eso que habría más de un centenar.

Los calvos alcanzaron a aquellos dos que desesperados huían y los eliminaron con facilidad. Con los de los carteles, cumplían la norma: esperaban a que tomaran vida, pero luego uno por uno los fueron quitando de en medio. Aquello fue una escabechina en toda regla.

* * *
-Nunca supuse que habría sido tan fácil – dijo uno de ellos al cabo, secándose el sudor de la frente con un pañuelo.
-Sí. Se acerca la hora. Volvamos.

Entonces se oyó un intenso ruido, grave, horrísono. Si las sirenas de los buques mercantes pudieran vocalizar, sin duda sonarían como aquella terrible voz, que dijo:

-¡A por ellosh, oé!

Los de las vallas publicitarias de la cercana autopista acababan de llegar a la ciudad.