sábado, enero 31, 2009

la mentira

Fue al poco de conocerse; ella pensaba: “sin duda, es el hombre de mi vida”. Él, con una solemnidad casi ridícula, dijo:
-Escondo un secreto… Por ello me veo obligado a mentirte. Pero quiero que sepas que a lo largo de nuestra vida juntos sólo te mentiré una única vez. Creo que eso es mucho más de lo que cualquier otro hombre puede prometerte… Ahora, sabiendo esto, que voy a mentirte, ¿aceptas la cláusula? ¿quieres casarte conmigo?
La enamorada, con una sonrisa en la que refulgía la dicha más intensa, no supo apreciar la seriedad del momento, ni la importancia de aquella extraña condición, así que aceptó sin rodeos.

***
A pesar de los sinsabores inherentes al vivir, transcurrieron cuarenta años de felicidad conyugal, de cómplice satisfacción. Una familia pudiente, tres hijos, algún nieto… y una pareja de ancianos; la misma que protagonizara aquella extravagante pedida de mano.

-La vida pasa – decía ella un día- como ascienden los cohetes de las ferias: van cada vez más velozmente hasta que en el momento culminante estallan. Nuestro tiempo se escapa demasiado raudo ya, y pronto estallará… Quería preguntarte por tu secreto, por tu mentira, la que has usado conmigo y de la que no he querido saber nada para que nuestra relación funcionase.
-Oh… -empezó él, incómodo, algo disgustado- Es tarde para eso… Olvídalo. La tierra devorará ese secreto, como hace con tantos otros… ¿no hemos sido felices? ¿qué nos importa una mentira?
-¡Quiero saberla! ¡Quiero saberla! Desde hace algunos años tengo la impresión de que hice mal admitiendo que me mentirías… Tengo extrañas pesadillas… Y una terrible sospecha… necesito saber cuál es el secreto para poder morir en paz. Para seguir viviendo en paz.
-Mujer… es necedad que ahora… Esa curiosidad es nociva... ¡Olvídalo!…
-¡No admito un no! ¿cuál fue? ¿cuándo me dijiste esa única mentira a la que te referías el día que nos prometimos?
El hombre, dando un suspiro que revelaba tedio, dijo:
-Está bien. Tus sospechas son ciertas: te mentí aquel mismo día, al decirte que te engañaría una sola vez.

jueves, enero 29, 2009

Ni Siquiera Soy Polvo - Jorge Luis Borges






-texto.
-imagen: una de las obras que Dalí pintó sobre el Quijote, firmada por el autor.

el susceptible

-Como eres tan mal pensado y yo soy tan brusca, me gustaría que si te digo algo que te ofenda, me digas: "¡eh!, eso me ofende", y así lo hablamos y lo aclaramos.
-¡Eh!, Eso me ofende :/ ...

domingo, enero 25, 2009

Adivina la Película (2)

¡hola, cineadictos! ¡juguemos de nuevo! esta vez son 5 películas. son bastante conocidas todas. Si queréis, podéis escribir la solución en un comentario. La correcta aparecerá en el primer comentario del siguiente post. Jeje, no hay regalos para el que acierte... pero tampoco collejas ni torniscones para el que falle.

(descargaros el archivo. en el reproductor flash se oyen fatal)

Adivina la película (II) - descarga directa. mp3



-adivina la película (I) (12/11/2007)

domingo, enero 18, 2009

"Perpetuum Mobile" de Raquel Ajofrín y Enrique García

Medianoche








Sonaban las doce en el reloj de la iglesia. A pesar de poder escucharse en gran parte de la villa el ruidoso tañido, las campanadas, lentas, solemnes, fueron amortiguadas un poco, distorsionadas en parte por el algodón de la fría niebla; y el monótono ruido tampoco interrumpió hoy el sueño del lugar. Las calles desiertas continuaron desiertas. Las farolas siguieron proyectando su pobre luz sin que ninguna andante sombra perturbase el trayecto de sus haces.
La villa dormía, en fin, cuando resonó el cerrar de la puerta de un bar, y un hombre, arrebujándose en su cazadora, tras levantar las solapas del cuello empezó una vacilante andadura. El expresivo gesto fue hecho maquinalmente ya que, a pesar de la gélida noche de enero, el hombre no tenía frío.
Un dulce y cálido abrazo –el más cálido que nadie podía darle, que había encontrado nunca- recorría su cuerpo prodigándole numerosas caricias, haciéndole mimos en el barbudo y feo rostro con sus invisibles y ardientes dedos, masajeando cariñosamente brazos y piernas, llenándole el pecho de calor y de vida, deslizando de vez en cuando besos en una nuca que nunca nadie había besado.

Iba este hombre de paso tambaleante monologando no sé qué historia que ocurría en su cabeza, acaso continuando la nimia conversación que mantenía hace un rato con el dueño del bar; iba ya por la mitad del recorrido hasta su casa, digo, cuando comenzaron a sonar las campanadas que anunciaban la medianoche, y cuando creyó escuchar, con ellas mezclado, el lamento de alguien que gritaba apagadamente, como gritamos en las pesadillas, pidiendo auxilio.
Parose un instante para mejor oír, mas al momento siguió el impulso que le dictaba el corazón, y embocó en un oscuro callejón.

La embriaguez se había disipado por efecto del miedo.
Un poco más allá, en mitad del sombrío callejón, a la sombra de un coche mal aparcado, la mano apoyada en un contenedor de basura, podía verse la silueta de un hombre postrado en el frío suelo, extenuado, como intentando levantarse.

-¿Se encuentra usted bien? ¿Se ha hecho daño? - gritó, muy asustado, el hombre que venimos acompañando desde el bar.

Y, tras unos momentos de indecisión:

-¡Que alguien llame a una ambulancia!- vociferó finalmente a la niebla mientras caminaba hacia al hombre herido.

Llegó donde el contenedor de basura. La tenue luz de la farola era recortada por el coche, que proyectaba su sombra sobre el herido, sumido en la oscuridad en gran parte, quedando tan solo las piernas y un brazo alumbrados por el haz de luz.

-No se preocupe, no está usted solo…

Dijo, mientras se agachaba para socorrer al herido. Estiró sus manos para ayudarle a incorporarse cuando su miedo se exacerbó hasta el extremo más pavoroso. Le acometió un susto atroz, terrible, que puso un nudo en su garganta y un intenso dolor en el pecho, y que sólo le permitió exhalar un ahogado grito de pánico, de desesperación.
Al estirar sus manos para ayudar al herido, éstas se habían encontrado con el frío suelo, ¡no había nadie allí!
El miedo le había tumbado, como si hubiese recibido un fuerte golpe, en el mismo lugar en que yacía aquella fantasma. Quiso incorporarse, estiró su mano y la puso en el recipiente de la basura buscando apoyo, pero no tenía ya fuerzas. Horriblemente asustado, aquejado por un temblor agónico, intentó llamar, pero apenas pudo exhalar un grito apagado, sin fuerza, como el que gritamos en las pesadillas.


Sonaban las doce en el reloj de la iglesia.

***
nota, imágenes tomadas de erik.blogia.com

domingo, enero 04, 2009

EL NIÑO QUE ERA AMIGO DEL DEMONIO - Ana María Matute

EL NIÑO QUE ERA AMIGO DEL DEMONIO (Los Niños Tontos, 1956)




Todo el mundo, en el colegio, en la casa, en la calle, le decía cosas crueles y feas del demonio,y él le vio en el infierno de su libro de doctrina, lleno de fuego, con cuernos y rabo ardiendo, con cara triste y solitaria, sentado en la caldera.

-Pobre demonio -pensó-, todo el mundo le echa de su tierra...

Y, desde entonces,todas las noches decía: "Guapo, hermoso. amigo mío", al demonio.

La madre, que lo oyó, se santiguó y encendió la luz: "Ah, niño tonto, ¿tú no sabes quién es el demonio?". "Sí-dijo él-sí: el demonio tienta a los malos, a los crueles.Pero yo, como soy amigo suyo, seré bueno siempre, y me dejará ir tranquilo al cielo."





audiolibro leído por la autora y tomado de la página oficial de Ana María Matute.